Alemania.
26 de mayo de 1828, lunes. Un hombre camina por una calle de la ciudad de
Núremberg cuando, para su sorpresa, un joven desaliñado y andrajoso le entrega un
sobre. Con una rápida ojeada el hombre observa que el joven viste
ropas muy desgastadas y calza unos desvencijados zapatos de talla más pequeña
que sus pies dado que entre los clavos que a duras penas mantienen compuesto el
zapato asoman unos ensangrentados dedos. Al observar el sobre, manoseado y
sucio, encuentra que va dirigido al
capitán del cuarto escuadrón y sexto regimiento de caballería, Friedrich von
Wessenig.
Una
vez que el capitán es localizado y se le hace entrega tanto de la carta como
del muchacho desaliñado que lo portaba, el militar abre el sobre encontrando
un trozo de papel donde se podía leer con cuidada caligrafía la súplica de
convertir a aquel desaliñado joven en un soldado de caballería, concluyendo con
la demoledora frase: “si no desea
conservarlo (al joven, como soldado a sus órdenes) debe matarlo con la espada o colgarlo”. Estupefacto, el capitán
observó al chaval, que a duras penas balbucea la intención de ser soldado como
su padre. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Era un niño con problemas mentales ya que
parecía no saber ni hablar? ¿Quién era su padre, lo que no supo decir?. Tal
vez pensando que todo era producto de una broma pesada, el capitán mandó que se
llevaran al chico, desentendiéndose de él y entregándolo a las autoridades.
Lo
primero que se hizo fue tratar de identificarlo pero, ante las incoherencias del
joven, que parecía no entender y que únicamente se limitaba a repetir la frase
“quiero ser soldado como mi padre”,
solicitaron que fuera examinado por un médico acreditado.
Tras numerosas pruebas, el doctor Preu exponía ante el Tribunal Civil de Núremberg sus conclusiones, asegurando que no estaba demente ni estaba aquejado de idiocia, sino que había sido separado de todo contacto humano, desde edad muy temprana, permaneciendo y creciendo aislado en un espacio de escasa luz y tamaño. Allí permaneció hasta que se le entregó el sobre y se le dijo que se presentara ante el capitán Friedrich von Wessenig.
Como
es de suponer, la sociedad germana quedó conmocionada por la noticia, saltando
a las primeras páginas de varios periódicos, mientras el muchacho continuaba
siendo sometido a numerosos exámenes e interrogatorios que pudieran arrojar
algo de luz sobre su identidad.
No
tardó en apiadarse del chico Anselm von Feuerbarch, conocido abogado de la
ciudad, con buena posición social y económica. Lo tomó bajo su tutela pagándole
la educación básica con profesores privados, de manera que a las seis semanas
de estudio continuado el joven hablaba con fluidez, escribía y leía.
Complacida
la sociedad, el joven continuó con sus enseñanzas, de manera que unos años más
tarde pudo precisar respecto de sus orígenes que desde que tenía uso de razón
recordaba haber estado encerrado en una habitación poco iluminada y muy pequeña
que sólo tenía un colchón poco confortable relleno de paja, en el suelo donde
dormía. Cada cierto tiempo “alguien” le proporcionaba unos trozos de pan ácimo,
muy oscuro, así como un vaso de agua. Nunca vio a esa persona pues al estar en espacio tan pequeño, oscuro y silencioso, solía pasar mucho tiempo durmiendo
y era al despertar cuando se encontraba la comida. Además que a veces el agua
le sabía amarga y no tardaba en apoderarse de él mayor sensación de sueño. No
podía precisar cuánto dormía en esas ocasiones pero siempre al despertarse se
encontraba aseado y perfumado.
Un tiempo
antes de que irrumpiera en la sociedad de Núremberg, un hombre que tapaba su
rostro comenzó a repetirle insistentemente la frase que debía repetir al
capitán Friedrich von Wessenig, de que deseaba ser soldado como su padre, así
como su nombre (Kaspar Hauser), hasta lograr que el chico fuera capaz de
repetirlo.
Estatua en Núremberg
que recuerda al joven, cuando “apareció”. Retrato de Anselm von Feuerbarch,
padre adoptivo del muchacho.
Las
autoridades concluyeron que el joven debió comenzar su encierro hacia los tres
años, pasando alrededor de trece años en éste, sobreviviendo únicamente a base de pan y
agua. ¿Quién podría haber tenido la crueldad de tratar así a un niño tan
aparentemente inocente?. Como es de suponer, nada concluyente pudo encontrarse
al tratar de seguir el rastro de su nombre y apellido, así que se decidió
dejarle bajo la tutela del abogado y su esposa, que cada vez estaban más
encariñados con él.
Para sorpresa
de todos, el joven Kaspar Hauser sufrió dos extraños atentados en los que no
pudo determinarse qué intenciones podían tener los malhechores para terminar
con su vida, de manera que no tardó en surgir una teoría conspirativa que veía
en el joven a un hijo no deseado de algún aristócrata de renombre o de gran
influencia política con el que se podría chantajear y de ahí el interés por
eliminarlo. Sin embargo, si realmente era posible heredero de un gran
patrimonio o de un personaje influyente, ¿por qué molestarse en matarlo si el
propio joven desconocía su procedencia y nada podía decir de ella?, y si
suponía una amenaza, ¿por qué dejarle vivo, en libertad y a las órdenes del
capitán Friedrich von Wessenig? ¿Podía conocer este militar al padre del
chico?.
Ajeno a todo,
Kaspar Hauser trató de seguir con su vida, intentando que fuera lo más
normal y anónima posible, hasta que un día de diciembre, paseando por la plaza Ansbach
de Núremberg, un hombre se le acercó llamándole por su nombre y diciéndole
conocer a su madre. Ante el interés del joven, el desconocido le ofreció una
cartera que decía contener documentos sobre sus orígenes y cuando Kaspar tendió
los brazos para agarrar la maleta dejando su pecho al descubierto, el hombre le
asentó una puñalada mortal, huyendo.
Nada se pudo
hacer por su vida y tampoco hubo testigos capaces de dar una información clara
del asesino que permitiera iniciar su búsqueda. En el interior de la cartera
únicamente se encontró un sobre con una carta casi ininteligible que, redactada
como Leonardo Da Vinci (especular, “al revés”, requiriendo de un espejo para
ser leída), decía: “Hauser miente..se
escapó y…En la frontera de Baviera…sobre el río…Me llamo MLO”.
Retrato poco antes de
ser asesinado, tumba de Kaspar Hauser y facsímil de la nota que se dice haber
hallado en el interior del maletín, junto al cuerpo del joven.
¿Se había
inventado el chico esta rocambolesca historia tratando así de adquirir fama y
salir de la extrema pobreza en la que se encontraba?. Sin embargo, para el
padre adoptivo de Hauser, el muchacho era posiblemente un príncipe bandense
alemán y, por tanto, incómodo para los intereses sucesorios de influyentes
personajes que no cejaron en su empeño de acabar con la vida del chico, que
murió posiblemente con no más de 21 años, cinco después de “su aparición en sociedad”.
Así las cosas,
el 17 de diciembre de 1833 fallecía el conocido por los periódicos
internacionales como “el huérfano de Europa”, siendo enterrado por sus padres
adoptivos con todas las atenciones y cuidados, añadiendo en su lápida: “aquí yace Kaspar Hauser, un enigma de su
tiempo, nacimiento desconocido, muerte peculiar, 1833.”
Los enigmas e
ideas conspirativas respecto a este muchacho permanecieron por largo tiempo
circulando por toda Europa, de forma que en 2002, la revista alemana Der
Spiegel conseguía los permisos necesarios para realizar un análisis genético a
una mancha de sangre presente en la ropa interior del joven para compararla con
restos genéticos de la familia real de Baden. El análisis dio negativo; sin
embargo, otros análisis realizados sobre muestras genéticas procedentes de
prendas del joven conservadas en el Museo de Kaspar Hauser (cedidos por los
descendientes de Anselm von Feuerbarch, el padre adoptivo del joven), no sólo
dieron un resultado positivo sino que resultaba estar emparentado con Astrid
von Medinger (a su vez emparentada con la esposa de Carlos II de Baden, hija
adoptiva de Napoleón Bonaparte). Por esto comenzó a rumorearse que posiblemente
el hijo nacido el 29 de septiembre de 1812 y fallecido el 16 de octubre de
dicho año, no hubiese muerto sino que fuera sustituido por otro que se enterró
rápidamente, siendo ocultado el presunto príncipe que no sería otro que Kaspar
Hauser.
Kaspar Hauser, Estefanía de Beauharnais y
Napoleón Bonaparte
De los hijos
de este matrimonio (Carlos II y Estefanía de Beauharnais) saldrían futuros
reyes de Rumanía, Bélgica, Portugal, Mónaco y Luxemburgo. Por tanto, de haber
sido Kaspar Hauser uno de los hijos de este matrimonio, su presencia podría
incomodar a muchos. Sin embargo, el investigador Otto Mittelstädt en su obra
publicada en 1876 (aún los análisis genéticos eran una ilusión), “Kaspar Hauser and his Baden Princedom”
(Kaspar Hauser y su origen principesco Baden) recogía todas las hipótesis y
datos de este extraño personaje, lo analizaba y concluía que todo era una
tremenda y fabulosa teoría carente de fundamento. Sin embargo, en 2002 la
ciencia genética diría otra cosa, así que a día de hoy se continúa fantaseando
con la posible identidad de este extraño personaje. Tal es así que no han
faltado los partidarios de ver en Hauser a un hijo del mismísimo Napoleón
Bonaparte, ya que Estefanía de Beauharnais (sobrina de Josefina, la primera
esposa de Bonaparte), sentía auténtica devoción por su tío adoptivo, con quién
habría llegado a intimar antes de la campaña en Rusia del francés en 1811,
según los partidarios de esta teoría que no dudaba además en advertir el
gran parecido entre el emperador francés y el desdichado joven. De acuerdo con esta hipótesis, cuando Hauser decía aquello de "quiero ser soldado como mi padre", en verdad se estaría refiriendo a emular al mismísimo Napoleón Bonaparte. Ahí es nada.
Finalmente, el
propio padre adoptivo de Kaspar Hauser, el abogado Anselm von Feuerbach,
encontró una muerte extraña cuando un buen día fue atropellado por un carruaje
que marchaba a gran velocidad en una concurrida calle de velocidad limitada,
frente a una comisaría. Llevaba ya tiempo anunciando su interés por arrojar luz
sobre “la siniestra confabulación”
que según él existió para terminar con la vida de Hauser, “hijo natural de un príncipe de Baviera y que su vida o muerte están
sujetas a oscuros intereses.” Según los partidarios de conspiraciones,
estas palabras hicieron que también el abogado fuera un personaje incómodo,
aunque para otros (más escépticos), todo es fruto de mucha imaginación y trágicas coincidencias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario