Quizás
sea una de las “leyendas urbanas” o “teorías alternativas” que más fervor y
adeptos ha experimentado en las últimas décadas. Su creador, el investigador
Zecharia Sitchin dijo en 1920 haber dado con la clave para descifrar la antigua
escritura sumeria. Y con él se podría decir que llegó el escándalo, puesto que desde entonces comenzó a difundir
por numerosas publicaciones afines a las ideas extraterrestres y conspiraciones
de los gobiernos, que las tablillas sumerias hablaban de un curioso e
inverosímil origen del ser humano.
Hasta que Zecharia Sitchin dijo haber
logrado traducir el sumerio el origen del ser humano, éste se resumía en dos
posturas enfrentadas: la creacionista,
que daba el papel estelar a un Dios creador del Universo y de todo cuánto es, y
la evolucionista, que explica el
origen de la vida como una serie de casualidades y reacciones físico-químicas,
prescindiendo de una mente directora pensante denominada Dios.
Zecharia
Sitchin con una réplica de un relieve sumerio y un conjunto de libros
publicados por él sobre este tema.
Sitchin añadía una opción “C”,
sacada según él de los relatos sumerios, que explicaba la llegada de unos seres
extraterrenos a nuestro planeta, atraídos por el oro y otros metales preciosos
(y no, no eran familiares de Hernán Cortés y otros exploradores españoles, por
si os ha surgido la duda). Estos seres de los que hablaban los sumerios hacia
el 2.500 a.C.,
serían los Anunnaki y procederían del planeta Nibiru, cuya órbita elíptica le aproxima a la Tierra cada 3.600 años. Al
ver la gran cantidad de metales existentes en las rocas de la corteza terrestre
y toparse con los homínidos que estaban aún más cercanos a los primates que al
ser humano actual, decidieron modificar sus genes para poblar el planeta de una
raza esclava que les extrajera los metales. Y como esta nueva raza, el ser
humano, necesitaba alimentarse para sobrevivir, los Anunnaki les enseñaron la
agricultura, la escritura (el cuneiforme), la astronomía, etc.
Lo más curioso de todo esto, a mi
parecer, es que se reconoce a estos Anunnaki la suficiente inteligencia y
conocimientos como para modificar genéticamente las especies terrestres, pero
son incapaces de crear una máquina que extrajera por decantación o disolución
los metales contenidos en los minerales de la corteza terrestre.
Como suele ocurrir en las teorías
conspirativas con más arraigo, existe cierta parte de verdad en ellas y, en el
caso de los Anunnaki déspotas de Zecharia Sitchin, estos seres existieron
verdaderamente en las tradiciones sumerias y acadias, pero eran muy diferentes.
Para los sumerios y babilonios, los Anunnaki eran hijos del dios Anu, el cielo,
que a su vez era hijo de los dioses Anshar (firmamento) y Kishar (tierra), así
como nieto de las dos deidades custodias del templo o recinto sagrado donde
ocurrió la Creación. Por
tanto, los Anunnaki eran deidades bisnietas de los guardianes de todo lo creado,
siendo hijos y nietos de deidades que formaban el cielo y el firmamento, de ahí
su nombre, que significa “los que
llegaron del cielo a la tierra”, que del cielo se hicieron “carne”, por así
decirlo, para poder vivir en el planeta. Eran dos, Enlil (el aire, alado) y
Enki (tritón de agua dulce, sabio). Fallecido Enu, padre de ambos, Enlil
accedió al trono para sustituirle, a lo que se opuso el anunnaki acuático Enki,
comenzando una guerra fraticida. Como se observa, hasta ahora no hay nada en
estas leyendas que no encontremos en otras, como las egipcias, romanas o
griegas, que hacen unirse a los cielos con la tierra para dar lugar a los seres
vivos terrestres. Igual vemos en otras culturas americanas, asiáticas o
africanas.
Alejandro Magno y sus capitanes recogieron cómo
en su estancia en Babilonia uno de los sabios de aquella civilización, Beroso,
les habla de Oannes, una deidad mitad hombre, mitad pez, que les enseñó hace al
menos 1.500 años el arte de la agricultura, de acuerdo con sus tradiciones.
Supongo que dicho Oannes sería el equivalente al anunnaki sumerio Enki.
Si observamos los relieves sumerios donde
aparecen los anunnakis representados, son acordes con estas leyendas,
traducidas por arqueólogos e historiadores, de los relieves y tablillas
encontradas hasta la fecha. Veamos, por ejemplo, las mostradas en la siguiente
figura:
Se
observa perfectamente a ambos hermanos (uno con alas de ave, otro con cola de
pez) enfrentados y sobre ellos un símbolo lleno de plumas, que recuerda a
algunos talismanes egipcios de protección, que representa al padre de ambos y
deidad del cielo, Anu (de ahí las plumas, pues los antiguos sumerios lo
asociarían con las plumas que las aves emplean para volar). También por eso se
les suele representar junto con una luna o con un sol, señalando que son hijos
y nietos del cielo y los astros que contienen.
Comparación
entre la representación sumeria de Enu y dos talismanes protectores del faraón
Tut (Tutankamon), el escarabajo alado y el halcón solar con dos Ank o símbolos
de la vida, uno por pata.
Una de las mayores críticas que
recibió Zecharia Sitchin por parte de arqueólogos, historiadores y académicos
reside no sólo en el anárquico modo de “traducir” o descifrar el sumerio, sino
en recurrir a tablillas y relieves inexistentes, de los que no hay constancia
alguna. Sin embargo, la “historia” ya estaba en las librerías y muchos autores,
como el hostelero Eric von Däniken, veían en ella una suficiente tabla de
salvación con la que respaldar sus ideas de antiguas visitas de extraterrestres,
especialmente en Sudamérica y enriquecerse con el asunto.
De esta manera la historia de los
extraterrestres creadores del ser humano como mano de obra barata daba un nuevo
giro al acrecentarse con aportaciones extra del propio von Däniken y otros autores
afines: tendrían sus cráneos alargados, como los de los máximos dirigentes
egipcios, mayas o incas, ya que serían usados para dirigir al resto de los
seres humanos, meros esclavos terrestres. Y por eso los nativos americanos
cuando podían, se ponían tablas para deformar sus cráneos, con el afán de
parecerse a estos extraterrestres supersabios. Ahí es nada, menudo derroche
imaginativo destrozando todo lo que la arqueología se ha tratado de mostrarnos
con esmero.
Lejos de pensar en la influencia de antiguas
creencias egipcias, que pudieron transmitirse por contacto a otras zonas de
África, los partidarios de esta intrincada teoría alienígena ven “más
evidencias” de lo acertado de sus afirmaciones en las leyendas africanas que
hablan de Orishas como mensajeros de los dioses y que poseían también sus
cráneos alargados a la manera egipcia. Para ellos, estos Orishas serían
anunnakis, para los Yoruba (grupo étnico que actualmente se encuentra en el
oeste de África), los orisas (orishás, orichás u orixás) eran grandes guerreros
y dirigentes de sus pueblos que por haber realizado hechos heroicos llegaron a
convertirse en dioses o semidioses para el resto de los habitantes, de manera
muy similar a la observada en los mitos de la Grecia clásica, por ejemplo,
lo ocurrido a Hércules.
Detalle
de un baile Yoruba (en Nigeria) donde se recrean las hazañas de los guerreros
Orishas que les valieron la inmortalidad. En sus figurillas se les representa
guiando o protegiendo a otros guerreros o personajes relevantes. Estos Orishas
son tanto masculinos como femeninos, de ahí la aceptación por todos los Yoruba
que tienen siempre algún Orisha al que encomendarse y con quién identificarse.
Para etnólogos y arqueólogos, el
cráneo de los orishas representados en sus estatuillas no es que sean alargados
como los cráneos de Paracas (Perú), por ejemplo, sino que estaban adornados con
un conjunto de rastas amarradas en una coleta, peinado típico de muchos Yoruba
actuales, como en la santería cristiana o en el Olimpo de los dioses
grecorromanos, por mencionar otras religiones.
Por cierto, cuando estuve conociendo
Cuba, oí una pegadiza canción de un grupo llamado precisamente Orishas, que se
titulaba “nací Orishas”, y que pondré a continuación para dar algo de ritmo a
esta entrada:
Tampoco aquí termina lo rocambolesco
de esta teoría ya que nuevos aportes consideran que los Anunnakis
(extraterrestres) continúan moviendo los hilos en la sombra, dirigiendo
gobiernos y el destino del mundo, teniendo “infiltrados” en nuestras sociedades,
conocidos como “reptilianos”. Como cabría pensar en esta conspiración, hace ya
mucho tiempo que los ejércitos más poderosos del planeta mantienen contactos
con estos anunnakis, de manera que hay cientos de web en internet señalando el
origen anunnaki del Pentágono norteamericano (por ejemplo, aquí), de los cráneos alargados de Paracas con ADN no humano (aquí)
e incluso de “reveladoras” imágenes mostrando que personajes tan importantes
como la reina de Inglaterra, por ejemplo, es realmente un reptiliano anunnaki
(aquí).
Son sólo unos pocos ejemplos de los miles de
páginas que en internet tratan este tema, con total seriedad por parte de sus
autores, que verdaderamente parecen creerse esa “verdad”. De hecho hasta hay un
programa que lleva ya varias temporadas
emitiéndose en el Canal Historia de televisión, defendiendo esta teoría.
Se llama “Alienígenas” y cuenta con la participación de investigadores como Eric
von Däniken, Giorgio A. Tsoukalos, David Childress y Jeff Peckman, por citar
únicamente a algunos. Todos ellos no dudan en atribuir cualquier construcción,
desde megalitos hasta monumentos actuales, así como cualquier invento, a la
intervención de los extraterrestres que, desde que nos manipularon
genéticamente como raza esclava, están entre nosotros camuflados, dirigiendo
nuestras vidas, abduciéndonos y poniéndonos chips de seguimiento.
Lo más sorprendente de todo esto,
como digo, es constatar cómo los seguidores de estas ideas son cada vez más
numerosos. ¿Cómo es posible que el género humano acepte con tanta facilidad
toda esta sarta de incongruencias y sin embargo sea incapaz de participar masivamente
en campañas de ayuda para evitar el sufrimiento de seres humanos, la
contaminación de una zona concreta o a los animales abandonados?. ¿Será también
esta credulidad reinante consecuencia del cambio climático o de la ingestión de
alimentos transgénicos?. Habrá que mirarlo. A veces pienso que este sarampión
ligado al fenómeno Internet ya va durando demasiado, que bueno está lo novedoso
y espectacular, pero que nuestro cerebro está para algo más que para consumir
“información” como si de comida basura se tratara.
Tengo casi todos los libros de Sitchin, es fascinante. Concuerdo que no hay que creer literal en todo lo que ahí se dicen, son teorías, pero por cierto no hay muchas explicaciones plausibles para los grandes misterios.
ResponderEliminarTu artículo para ser escéptico está cargado de datos, muy interesante... te felicito, no sabía lo de los orishas. Me has abierto la cabeza.
Gracias por sus palabras. Siempre me ha gustado sopesar todo lo que leo y escucho. Como dijo José Ortega y Gasset "siempre que enseñes, enseña además a dudar de lo que enseñas". Tal vez por eso me he sentido atraída por todo aquello que en cierta forma contrariaba mis creencias o se escapaban aparentemente a la comprensión. En estas cosas siempre hay un germen de autenticidad. Y como decía mi admirado Friedrich Nietzche, "siempre hay algo de locura en el amor, siempre hay algo de razón en la locura". En el caso de los fenómenos extraños o aparentemente incomprensibles creo que en verdad tenemos todos los elementos de la ecuación...¡solo que falta ordenarlos apropiadamente!. En ello estamos.
EliminarPostdata: espero no haberle abierto en demasía la cabeza. Consejo: si sangra mucho, acuda a un médico. Un saludo.
Orixas y anunakis es lo mismo cuenta una leyenda que Ogun fue apresado al no creerle que era un orixa se "transformó en una cobra y los mato!
ResponderEliminarGracias por su aporte, Pablo, ciertamente hay cientos de variaciones y leyendas. Cada vez se van aportando nuevos elementos, incluso en estos días están proliferando las menciones a un hombre que ha decidido gastarse una buena suma de dinero en operaciones que le deformen el rostro, le añadan pequeños cuernos, relieves que recuerden a los de reptiles, se ha seccionado la parte baja de la nariz, se ha cortado longitudinalmente la terminación de su lengua para que sea bífida y se está tatuando la piel de negro porque quiere ser un anunnaki... allá cada cual con sus rarezas, mientras no haga daño a nadie ni a otro ser vivo ¿no?, pero que el ser humano no deja de alucinarme con sus ocurrencias... Un saludo.
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