martes, 9 de febrero de 2016

Origen de la expresión salvado por los pelos

            En anteriores ocasiones he analizado el origen de diversas expresiones usadas con cierta asiduidad que se remontan a momentos o costumbres muy concretas de nuestra historia pasada.
            Hoy voy a analizar la frase “salvarse por los pelos” (de algo), que posteriormente,  quizás por el escaso grosor de un cabello, derivó en expresiones tipo “estuve a esto de…” acompañando la frase con el gesto de mostrar las yemas de los dedos pulgar e índice de una mano escasamente separados. Sabido es que estas expresiones significan haber logrado evitar un desastre in extremis. Por ejemplo, si en el colegio la profesora ha preguntado la lección a los alumnos cuyo primer apellido empieza por la A, hasta llegar a la D, el alumno que se apellide con E puede decir: “me he salvado por los pelos de tener que decir la lección”.


            Incluso el cantante español Miguel Bosé usó la expresión “estuve a punto de…” como título de una de sus canciones (considerando lo sumamente atractivo que aparece en el video-clip, lo añadiré a continuación puesto que a nadie amarga un dulce)

             Volviendo a la expresión “salvarse por los pelos”, debemos acudir a un ámbito que tuvo muchísima importancia en el pasado del Imperio Español, que no fue otro que la Marina. Así, en el siglo XVI del Imperio Español, el mayor que existía y ha existido en Occidente, llegaban muchos soldados y jóvenes de fortuna desde prácticamente cualquier rincón del mundo a servir en la flota del Imperio Español.
            El hecho de ser el mayor imperio de tu tiempo te coloca en la diana de casi el resto del mundo,  que desea emerger a costa de corroer y atacar a este gran imperio. Así que, a pesar de las grandes fortunas que llegaban de diferentes posesiones del Imperio Español, los gastos eran ingentes para pagar armas, alimentos, obras civiles y militares, construir nuevos barcos, etc. Por eso también se necesitaba gran cantidad de soldados capaces de defender las fronteras y asegurar dentro de ellas el cumplimiento de las leyes. Así que se terminó admitiendo como marineros a personas que no tenían por qué saber nadar.

Cuadros de Ivan Aivazovsky

            Como es lógico, una persona que no sabía nadar y que pasaba gran parte de su vida cruzando los mares, en cualquier circunstancia, tenía muchas posibilidades de caer al agua y perder su vida ahogado. Por eso se les recomendaba dejar crecer sus cabelleras para que, en caso de caer al mar, por un lado resultaran más visibles cuanto más cantidad de pelo flotase entre las olas y, por otro, para que se pudiera echar mano de los cabellos, que no resbalarían como la piel mojada ni se desgarrarían como la ropa usada, atrapando así al desafortunado que estaba en peligro de ahogarse y poder subirlo a bordo.
            Esta costumbre se generalizó al resto de marinas, como acertadamente muestran las distintas entregas de la soporífera saga de Piratas del Caribe, o el film Master & Commander (en la imagen) donde Russel Crowe, que da vida al capitán inglés Jack Aubrey, luce melena.


       Comparemos un cuadro que muestra al almirante Juan Martínez de Recalde luciendo pelo corto, con un retrato del capitán de la Royal Navy inglesa Henry Every con larga melena (que acabaría su carrera comerciando con esclavos de África y atacando a barcos de la Flota de las Indias españoles).


            Como es de imaginar, el aspecto desaliñado que daban los largos cabellos y barbas a los soldados del Imperio Español llevó a muchos a alzar la voz. La situación llegó a su punto crítico con la llegada al poder en España de José Bonaparte. Como hermano del emperador Napoleón Bonaparte, José estaba acostumbrado al aspecto muy arreglado de los militares franceses, que contrastaba con los excesivos bigotes, barbas y melenas de muchos militares españoles, de manera que mandó a todos ellos seguir la moda del ejército francés para su aspecto. Rápidamente los marineros pusieron el grito en el cielo, especialmente todos aquellos que no sabían nadar puesto que cortar tantísimo su pelo supondría, seguramente, la muerte de bastantes de ellos.

Retratos de José Bonaparte.

            ¿Qué solución tomó José Bonaparte? La que dictaba la lógica; eximió de este complimiento a la Marina Española a la vez que exigió que se comenzara a pedir, como requisito de admisión, que se supiera nadar. De esta manera no se tardó en aplicar la norma también para los miembros de la Marina, que progresivamente presentaron un aspecto impoluto, principalmente en lo que se refiere al pelo de cabeza y rostro.

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