Hace
ya unas entradas, comentábamos algunos aspectos poco conocidos sobre don Miguel de Cervantes Saavedra, dado que estamos en la celebración del 400 aniversario de la publicación de la segunda parte de la novela, que no de la muerte de Cervantes (nunca he comprendido por qué celebrar
aniversarios de la muerte de un personaje, es como gozar de que nos haya
dejado, ¿no deberían celebrarse los aniversarios del momento en que nació?).
Pues bien, hoy voy a centrarme en el personaje más destacado de su obra, “el
caballero de la triste figura”, don Alonso Quijano, más conocido como El
Quijote, si bien me reí bastante (y también sufrí, lo confieso) con el Licenciado Vidriera.
Del
posible trasfondo real que pudiera haber en los personajes de la obra más
popular del castellano, ya hablamos aquí en otro momento, así que evitaremos repetirnos al respecto.
1. ¿Por qué se le conocía como “el caballero de la triste figura”? En
la propia obra es el fiel escudero Sancho Panza quién así lo nombra y también
quién se apresura a aclararlo, siendo corregido por el Quijote, para rematar la
charla de nuevo Sancho, con toda la sorna del mundo diciendo: “Yo os lo diré –respondió Sancho-, porque le
he estado mirando un rato a la luz de aquella hacha que lleva aquel malandante,
y verdaderamente tiene vuestra merced la más mala figura, de poco acá, que
jamás he visto; y débelo de haber acusado, o ya el cansancio deste combate, o
ya la falta de las muelas y dientes.
-
No es eso –respondió don Quijote-, sino que el sabio a cuyo cargo debe de estar
el escribir la historia de mis hazañas le habrá parecido que será bien que yo
tome algún nombre apelativo como lo tomaban todos los caballeros pasados: cuál
se llamaba el de la Ardiente Espada;
cuál, el del Unicornio; (…) y por estos nombres e insignias eran conocidos por
toda la redondez de la tierra. Y así, digo que el sabio ya dicho te habrá
puesto en la lengua y en el pensamiento ahora que me llamases el Caballero de la Triste Figura, como pienso
llamarme desde hoy en adelante; y para que mejor me cuadre tal nombre,
determino de hacer pintar, cuando haya lugar, en mi escudo una muy triste
figura.
- No hay para qué gastar tiempo y dineros en
hacer esa figura –dijo Sancho-, sino lo que se ha de hacer es que vuestra
merced descubra la suya y dé rostro a los que le miraren, que sin más ni más, y
sin otra imagen ni escudo, le llamarán el de la Triste Figura; y créame que le
digo verdad (…).” (si se desea, ver aquí el diálogo completo).
2. En la obra de Cervantes se da tan mala impresión de la Iglesia Católica
(intransigente, con curas dados a todo tipo de vicios e indiferentes a la
miseria que rodeaba a sus feligreses), que
Miguel de Cervantes fue excomulgado varias veces. ¿La razón oficial? Que
pretendía cobrarle (en su etapa de recaudador de impuestos para avituallamiento
de la Armada Invencible)
a la Iglesia
los mismos impuestos que al resto del pueblo y gente con riqueza y posesiones.
3. Precisamente esa recaudación
de impuestos le llevó en varias ocasiones a terminar en la cárcel por un
tiempo, acusado de quedarse con el dinero que supuestamente le habían dado
algunos comerciantes (que en realidad nunca pagaron, pero tenían “contactos”).
Gracias a este infortunio, Cervantes
concibió y escribió el grueso de “su Quijote” en una mazmorra sevillana (si
bien otros autores consideran que fue en la cordobesa Castro del Río o en
Argamasilla de Alba, e incluso hay quien considera que la frase del prólogo de
la obra que dice que se generó en una cárcel “donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace
su habitación” es en sentido metafórico), como se muestra en la imagen (a
la izda, placa muy borrada, en Sevilla; a la derecha, placa en Casa de Medrano,
en Ciudad Real, donde se preserva la supuesta cárcel-cueva donde se creó la
célebre obra).
Cuando se publicó la primera
parte de la obra, su autor contaba con 58 años de edad. El propio Cervantes
tenía algo de Quijote, ávido lector, como él mismo ironizó en su obra: “Yo soy aficionado a leer, aunque sean los
papeles rotos de las calles”.
4. La obra es tan rica en todo tipo de cuestiones que incluso desde el
punto de vista gastronómico ha enriquecido el patrimonio (inmaterial) español.
En este sentido, se encuentran en sus
líneas hasta 150 recetas para elaborar el plato más común de España en esa
época del siglo XVII, “la olla”. Irónicamente puede verse cómo ambos
personajes comen dicho plato, pero también queso y pan, tocino y vino (comida
típica de los cristianos viejos o de los españoles de linaje que se remontaba
hasta los hispano-godos, sin mezcla de sangre con moriscos o judíos, cuyas religiones
les prohibían tomar alcohol o cerdo) e incluso “duelos y quebrantos” como alimento.
5. Cervantes ofrece, indirectamente, su desacuerdo con la expulsión de los moriscos (1609), de manos del amigo de Sancho Panza, Ricote, un morisco amable y
simpático que no duda en decir: “doquiera
que estamos, lloramos por España”. Cervantes vivirá una España extraña, que
se aferra al pasado impoluto de grandes guerreros de la Reconquista, a la vez
que se alza como la primera gran potencia occidental, con una garra en frenar
el avance otomano (Lepanto) y otra en hacer el mundo más pequeño, gracias a sus
grandes exploradores que traen a España todo tipo de plantas, animales y
culturas exóticas, rivalizando la pureza de sangre de los cristianos viejos,
con un mundo multicultural y de fronteras inmensas.
El escritor mexicano Carlos Fuentes afirmó en cierta ocasión: “Cervantes, como don Quijote, es un hombre
capturado entre dos mundos, el viejo y el nuevo.” Posteriormente afirmaría
que la obra “es la primera novela de la
desilusión, la aventura de un loco maravilloso que recobra una triste razón.”
6. Don Quijote, un personaje curioso. El protagonista de la novela se
dice loco, pero en verdad, conforme se le va tratando, se le van adivinando
cualidades dignas de elogio y, siempre que no se toque el tema de los
caballeros andantes, llega a hacer uso de una lógica y cordura ciertamente
admirable. En lo referente a su locura, en cierto momento llega a cuestionar si
la tendencia de la gente sirve para que las personas lo tomen como un referente
al asegurar: “los locos somos locos,
porque somos pocos”, sentenciando así los riesgos de ir contracorriente, en
la sociedad. En lo relativo a su heroicidad, será realmente grande, incluso a
pesar de él mismo, ya que nunca rehuirá ningún ataque que considere injusto, ya
sean colosales gigantes (molinos), asaltantes de caminos contra indefensas
doncellas (realmente desarmados monjes a los que propina una tunda de palos) o
fieros leones (ante los que afirmará socarrón “¿leoncitos a mi?”). Respecto a su compañero de aventuras, Sancho
Panza, ocurrirá como en toda convivencia y que ya expresara el cantante vasco
Mikel Erentxun en su canción “mañana”, al decir: “hay mucho más de mi en ti, que lo que queda dentro de mi”. Así,
aunque inicialmente parece que ambos personajes son puntos opuestos, como
Madariaga reparará, a lo largo de las andanzas, Sancho se quijotizará, mientras
que el Quijote se sanchificará. En la segunda parte de la obra, finalmente el
Quijote llega a causar dolor al ver su desconcierto al perder su más ansiada
posesión y mundo, su biblioteca y no comprender el motivo por el que todos le
tratan mal, con burla e injustamente.
7. El Quijote de Cervantes es la obra cumbre del castellano, del idioma
español. Y no sólo por ser, tras la Biblia, el libro que se ha traducido a más
idiomas, sino por la riqueza semántica, sus diálogos, sus giros y frases, todos
los aspectos de la sociedad del siglo XVII que ha recogido (incluso
gastronómicamente, como se ha visto) y por motivar a muchas personas a desear
aprender el idioma para leer la obra en su versión original. Ese fue el caso
del antiguo primer ministro israelí, David Ben-Gurión, así como del presidente
norteamericano J.F. Kennedy.
El
poeta Antonio Machado afirmó que “leyendo
a Cervantes, me parece comprenderlo todo”, mientras que Dámaso Alonso dirá:
“Él es España”. Carpentier
sentenciará: “No tuvo España mejor
embajador, a lo largo de los siglos, que Don Quijote”.
De hecho, es
de las escasas novelas universales que ha llegado a editarse en versión Manga
(los célebres cómic asiáticos) e incluso Spanglish (o el “idioma” nacido de la
unión del Español y el Inglés norteamericano), comenzando el célebre libro: “En un placete de la Mancha of which nombre no
quiero remembrearme, vivía, not so long agot, uno de esos gentleman who always
tienen una lanza in the rack”.
La propia obra
Cyrano de Bergerac marcará un claro
homenaje a esta novela, como ya vimos anteriormente en este blog, aquí.
8. Tal es la ética de la que
llega a hacer gala el protagonista de la obra, que en el código policial de Nezahualcoyotl, una localidad mexicana, hay
partes de El Ingenioso Hidalgo Don
Quijote de la Mancha
para ser estudiados por los policías que allí se forman.
Dos láminas
realizadas por el pintor catalán Salvador Dalí para una de las ediciones de la
obra de El Quijote cervantino.
9. Como suele decirse con
resignación e ironía, “hay gente pa tó”. Así, hay quién ha
contado el número de palabras que componen la obra íntegra cervantina (casi
400.000, concretamente, 381.104), de las cuales 23.000 no se repiten.
10. Cifras de infarto. Posee más de cinco partes, firmadas por otros
escritores distintos de Miguel de Cervantes, en distintas épocas, desde que El
Quijote se diera a conocer. Ha vendido, desde su aparición por primera vez en
el mercado, más de 500 millones de ejemplares (de los que se tenga constancia,
claro), en todo el mundo.
11. El Quijote se publicó por
primera vez en 1604. Un año después, se publicaban en español seis ediciones
más. En 1607-1608, el irlandés Thomas
Shelton publicaba la primera versión inglesa de la obra, traducida casi
literalmente, palabra por palabra, quedando como resultado una versión algo
forzada y en ocasiones, difícil de entender por un inglés al encontrar frases
hechas extrañas para ellos. En 1614, aparecería en los mercados franceses en
dicho idioma, en 1622, en italiano y posteriormente, en alemán.
12. De acuerdo con distintos académicos, la obra inicialmente iba a ser un
relato corto, al que Cervantes fue incorporando parte de sus vivencias, por
lo cual en ocasiones llega a parecer autobiográfica, y en otras parece mostrar
distintas tendencias literarias. Cuando fue escrita, el autor llevaba 20 años
sin haber vuelto a escribir, así que son muchos los que consideran que de las
distintas anotaciones que Cervantes fue haciendo en esos años, nació esta gran
obra de la literatura universal.
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