Hace un año se producía en la
localidad aragonesa de Calanda un hallazgo que aún no ha sido considerado en su
justa medida, porque todavía tiene a muchos estudiosos sopesando la cuestión.
La pieza encontrada y que tanta
conmoción ha creado es simplemente un dado, fabricado en barro cocido. Pero su
potencial puede ser tremendo, de ahí que muchos den gracias al azar por haber
ocurrido su hallazgo, mientras otros opten por olvidarlo e ignorarlo como si
nunca hubiese sido desenterrado. ¿Por qué?.
Hace tiempo compartía con los
lectores mi debilidad por el signario ibérico y celtibérico (aquí), herederos del tartésico o sublusitano, mucho más antiguo. El hecho es que
todos ellos continúan sin ser conocidos puesto que a pesar de labores tan
honorables como la cometida por el académico granadino Manuel Gómez-Moreno, al que
debemos que se desentrañaran las equivalencias de muchos de los caracteres, la
lengua en que están escritos los textos está irremediablemente perdida, por lo
cual es imposible entender qué dicen.
Manuel Gómez-Moreno (en la imagen) y
otros lingüistas, al apreciar que la lengua celtibera y tartésica no parecían
ser indoeuropeas, consideraron que podría resultar de gran ayuda el vascuence
–o antecesor del actual euskara– para intentar traducir los textos, su
significado. Posteriormente se comprobó lo erróneo de esta idea, puesto que a
pesar de haber varias palabras que sí parecían tener raíces similares, el
vascuence debió combinarse posteriormente con otras lenguas, separándose del
tartésico. El mencionado autor llegará a dejar por escrito sus sospechas de que
posiblemente el sublusitano o tartésico se remontara al Paleolítico, en parte
influenciado por el escritor Estrabón que recogió en el siglo I d.C. que los
turdetanos, descendientes de tartesios, tenían una escritura de la que
aseguraban poseía seis mil años de antigüedad. No se equivocó, como las
evidencias expuestas en el Museo Arqueológico de Huelva mostraron.
Lo extraño del tartésico es que
utiliza caracteres similares a los que empleará posteriormente el fenicio, pero
también el etrusco (que no deja de usar estelas que recuerdan a las “estelas de
guerrero” del ámbito sublusitano, extremeño y norte del valle del Guadalquivir)
e incluso en las runas vikingas del siglo XI.
Estela etrusca de
Peruggia (izda), detalle de la estela fenicia de Mesha (centro) y reproducción
de una estela tartésica (dcha).
No serán los únicos, pues también
los cuestionados textos de las tablillas de “Glozel” encontrados cerca de Vichy
(Francia) emplean el mismo signario.
Detalle de una estela
vikinga (izda) y una tablilla de Glozel (dcha).
Posteriormente, serán varios los
autores que remontarán el origen del signario tartésico hasta las pinturas
paleolíticas, destacando Georgeos Díaz-Montexano que defendería esa idea en
1994. Para saber algo más de su obra, seguir el siguiente enlace (aquí).
Pues bien, dicho esto sobre el
signario tartesio que heredarán iberos y celtiberos, regresemos a Calanda. Hay
en la localidad una población iberorromana en el yacimiento Mas de Moreno,
donde un equipo multidisciplinar francoespañol decidió realizar una cata en un
área considerada un vertedero de piezas cerámicas en pleno funcionamiento entre
los siglos III y II a.C. Entre distintos fragmentos cerámicos, figurillas
usadas como juguetes y otros artículos desechados, se encontró un dado hecho en
barro cocido, estimado realizado en el siglo I a.C.. Lo más sorprendente de
este objeto es que en cada una de sus caras mostraba un signo del signario
ibero.
La duda no tardó en aparecer, ¿es
posible que los signos que contiene tengan equivalencias con ciertos números?.
Lo más curioso es que ya se había hallado otro objeto similar, años antes, esta
vez en la capital de la Celtiberia, Numantia,
depositado en el Museo Numantino de Soria. Lo extraño es que presenta signos
diferentes de los del dado de Foz-Calanda, complicando aún más las
interpretaciones. ¿Puede influir que Numancia fuera celtibera y el yacimiento
de Foz-Calanda, ibero?.
Pero regresando al dado de Calanda,
de tratarse de un objeto de juego similar a los que usamos actualmente por
ejemplo en el parchís o en otros juegos de tablero, de mesa, lo sensato sería
considerar que estamos ante la numeración del 1 al 6, aunque por el momento no
haya forma de saber la equivalencia concreta de cada signo, que hasta el momento
únicamente poseía equivalencia vocal o de consonante. Información más extensa
sobre este hallazgo, puede hallarse aquí.
Detalle de los hornos
alfareros hallados en el yacimiento de Calanda y que podrían remontarse el
siglo IV-III a.C., así como detalle de una de las cuatro figurillas de animales
hechas en cerámica. De acuerdo con los arqueólogos, el yacimiento permite
conocer cómo fue el paso de alfares prerromanos (producían menos piezas pero de
buena calidad) a los romanos (s. II a.C., más cantidad pero de peor calidad).
En Alcoi (Alicante) existe un
yacimiento que ha proporcionado hasta seis láminas de plomo con escritura
Ibera. Por el análisis de los textos se ha podido determinar la existencia de
un lenguaje de tipo jónico, fuertemente influenciado por los griegos. De ser
ciertas estas suposiciones, se confirmaría que, como los comerciantes del Egeo,
se usaron signos con doble modalidad, consonántica y numeral, tratándose de
documentos de carácter comercial. El propio D. Manuel Gómez-Moreno ya dejaría consignada
en sus trabajos una idea similar, al anotar: “Tardíamente, gracias a las inscripciones, conocemos algo de su lengua (la
Ibera) que, no obstante ser todavía
ininteligible, parece de tronco indoeuropeo y más afín al griego que al latín”.
Precisamente, refiriéndose a uno de
los bronces de Alcoy, Gómez-Moreno sentenció en su trabajo “De epigrafía
ibérica: El plomo de Alcoy (1922)”: “El
problema de interpretar los textos hispánicos prelatinos sigue lejos de
resolverse” (…) “Probablemente, la
causa esencial del atasco radica en hallarse mal planteado el problema;
convendrá, pues, remover sus bases”. Lamentablemente, casi una centuria (94
años) más tarde, continuamos en el mismo estancamiento.
Dos plomos encontrados
en La Serreta de Alcoy (izquierda) y el plomo encontrado en el interior de una
mina de la sierra de Gádor, en Almería (derecha).
De hecho, a pesar de no lograr
comprender el significado de lo escrito, si observamos el plomo de Gádor sí
parece contener algún tipo de recuento. Lamentablemente, aún falta esperar un
tiempo hasta lograr que lleguemos a comprender la lengua tartesia, ibera y
celtibera.
El "Plomo de Gádor" no se descubrió en Gádor se descubrió en el Barranco del Rey en Pechina(Almería)
ResponderEliminarGracias por su comentario, pero si repara en mis palabras no digo que se hallara en el pueblo de Gádor, sino en la sierra de Gádor, que como sabrá, abarca un área mucho mayor incluyendo varias poblaciones y zonas mineras de explotaciones milenarias (precisamente en el interior de una de ellas se encontró la pieza). Encontrará varias publicaciones científicas con esa misma referencia, Sierra de Gádor, como aquella de la que tomo el dibujo de la pieza de mi última figura de este artículo y a cuyo pie puede leerse esa procedencia. Un saludo.
EliminarDe todos modos, el lugar donde apareció está situado en la sierra de Alhamilla, totalmente independiente de la de Gador y separadas por la cuenca del río Andarax. El error viene desde su hallazgo, pues en su momento lo situaron erróneamente en la sierra equivocada. Un saludo
EliminarGracias por su apunte sobre este asunto; lo cierto es que se desvía del propósito de mi entrada que era el curioso dado con caracteres similares al alfabeto celtibero de ambas mesetas y del íbero usado a lo largo de toda la costa mediterránea española, encontrándose inscripciones en numerosos yacimientos arqueológicos. Un saludo.
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