lunes, 3 de octubre de 2016

Alquimia, tan querida como odiada


            El arte de la Alquimia ha gozado desde la Edad Media de una relación amor-odio muy peculiar ya que fueron muchos los que se sintieron atraídos por este saber, pero a la vez muy poquitos los que admitían este interés abiertamente, por posibles represalias inquisitoriales.
            Es cierto que la Iglesia Católica perseguía y condenaba su práctica, ya que, en el sentido más objetivo, se trataba de analizar todo lo creado para encontrar aquellos atributos propios de cada objeto que precisamente le hacían ser lo que era y no otro. En ese sentido se rayaba lo profano, al tratar de descubrir la esencia de cada cosa, ya que al ser creación obra de Dios, necesariamente portaría algo de la divinidad. Y si los alquimistas eran capaces de aislar ese aporte divino, estudiándolo, podrían incluso llegar a dar con características exclusivamente divinas. ¡Qué osadía!, pues el conjunto de cualidades divinas determinaría a Dios. ¿Y cómo el hombre podía atreverse a parcelar y determinar cada uno de los elementos propios e intrínsecos que hacen que Dios sea Dios y no otro de los elementos creados por él?.


Alquimistas en sus laboratorios imaginados y representados por los pintores Mattheus van Hellemont (izda) y David Teniers el Joven (dcha).

            Sin embargo fueron muchos los católicos que se dedicaron al arte de la alquimia y entre ellos encontramos incluso a religiosos tales como el arzobispo de Toledo, Carrillo, y hasta un Papa, Gerbert d’Aurillac, más conocido como Silvestre II.
            Conforme se fue incrementando el número de personas que se dedicaban a este oficio, aumentaron también los textos, que comenzaban a circular de manera clandestina por toda Europa, Oriente Medio y Asia, de manera que esta disciplina fue enriqueciéndose hasta llegar a convertirse en toda una filosofía que hundía sus raíces en culturas milenarias como la egipcia, babilónica, sumeria e incluso china.
            El lado bueno de la alquimia es que, gracias a los estudios realizados, se descubrieron los elementos de la Tabla Periódica, fundamentalmente a partir del análisis de minerales y rocas, los beneficios (farmacológicos) de muchas plantas e incluso aspectos astronómicos. Todo este compendio de saberes sentaría las bases para las ciencias que más tarde se desarrollarían: Mineralogía-Geología, Astronomía, Química, Física, Biología, Farmacia, y las Matemáticas como lenguaje universal para expresar todas las leyes encontradas que parecían regir la Creación.


          En las imágenes anteriores, distintos detalles de la Botica del monasterio de Santo Domingo de Silos (Burgos), donde aún hoy es posible oír la misa con cantos gregorianos medievales, como el que se muestra a continuación (“Alleluia, beatus vir qui suffer”, que podría traducirse al castellano como “aleluya, bienaventurado el hombre que sufre”) con imágenes del claustro del monasterio.

A este respecto, es interesante conocer que también se han “rescatado” cantos mozárabes (esto es, cristianos) del siglo IX o anteriores que entroncaban con cantos visigóticos:


 Completemos la visión musical medieval peninsular con la música sefardí (propia de las comunidades de hispanojudíos


y música andalusí, recitando un poema (“mi agua es perlas fundidas”) escrito por Ibn Zamrak en el siglo XIV:

            Volviendo a la Alquimia, se sabe que sir Isaac Newton (s. XVII-XVIII), descubridor de las leyes de la Gravitación Universal, era un apasionado de la Alquimia, como también lo era el sevillano Abu Abd Allah Jabir Ibn Hayyan Al Sufi, “Geber” (s. VIII); el franciscano inglés Roger Bacon (s. XIII); el dominico alemán San Alberto Magno (s. XIII); el médico y astrónomo suizo Theophrastus Bombast von Hohenhein, más conocido como “Paracelso” (s. XV); San Cipriano de Antioquia (s. III); el francés Nicolás Flamel (s. XIV); el italiano Galileo Galilei (s. XVI) e incluso Leonardo Da Vinci, entre otros muchos ilustres personajes. Incluso el monarca español Felipe II mandó construir un laboratorio equipado con los últimos aparatos en su palacio –y monasterio- San Lorenzo del Escorial (que ya analizamos aquí) e incluso se comenta que la pólvora se descubrió por casualidad durante unos experimentos de cierto alquimista chino que perseguía dar con el elixir de la eterna juventud (no deja de ser irónico que buscando la fórmula de la inmortalidad se descubriera el componente que tantas vidas ha sesgado).


Pintura mostrando el momento en que se descubre la pólvora, en China. Posteriormente la fórmula pasaría a los árabes y de allí llegaría a Europa, según algunos historiadores, a través de los Templarios.


Conforme fueron avanzando los descubrimientos de elementos, leyes físicas y de reacciones (leyes termodinámicas), los alquimistas comenzaron a percibir que podían  influir en las sustancias e incluso podían transformar unas en otras variando sus características y proporciones. Entonces, alguien sugirió que si era posible hacer esto, sería posible obtener el codiciado oro a partir de otros elementos más abundantes, baratos y “menos nobles”. De esta manera comenzó una frenética búsqueda del alquimista capaz de hacer tal conversión en las cortes de toda Europa, pues si eran capaces de disponer de una fuente inagotable de oro podrían convertirse en los amos del mundo (“poderoso caballero es don dinero”, como diría el satírico Quevedo). De esta manera, la Iglesia Católica se percató de cómo esta codicia comenzaba a afectar a la población, a la vez que multitud de embaucadores ofrecían sus servicios a los poderosos para hacer esa transformación, cobrando por ello cifras astronómicas y siendo ajusticiados meses más tarde tras resultados nulos, al sentirse estafados los nobles que habían pagado.
A la vez que esto sucedía también proliferaban los charlatanes que iban por los pueblos vendiendo todo tipo de pócimas que decían ser los remedios definitivos a las enfermedades más frecuentes de la época, llegando a causar envenenamientos, malformaciones y otras lindezas al mezclarse los brebajes. Así las cosas, la Iglesia tomó cartas en el asunto condenando estas prácticas y persiguiéndolas.
Y ya que hemos mencionado a Francisco de Quevedo y Villegas, ilustre escritor satírico del siglo de Oro español, recordemos que en sus obras ridiculizaba a los alquimistas diciendo frases tan lapidarias como “nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir”. Pero mi parte preferida de esta faceta “alquimista” de Quevedo es cuando aconsejaba para enriquecerse pronto, en su Libro de todas las cosas y otras muchas una caricatura sumamente ajustada de los escritos alquimistas que nos han llegado y que efectivamente son, en lo que respecta a concretar sustancias y metodología, un poquito parcos. Escribe totalmente irónico don Francisco de Quevedo: << Y si quisieras ser autor de libro de Alquimia, haz lo que han hecho todos, que es fácil, escribiendo jerigonza: “Recibe el rubio y mátale, y resucítale en el negro. ltem, tras el rubio toma a lo de abajo y súbelo, y baja lo de arriba, y júntalos, y tendrás lo de arriba”. Y para que veas si tiene dificultad el hacer la piedra filosofal, advierte que lo primero que has de hacer es tomar (un trozo de) el sol, y esto es dificultoso por estar tan lejos.>>
Me descubro ante una manera tan irónica de clavar un escrito alquímico. Ciertamente son del tipo que él señala y sólo tras mucha concentración y comparación de documentos de prestigiosos alquimistas, se logra llegar a descifrar el proceso. Personalmente, me costó 15 años lograr desentrañarlo, si bien a día de hoy conozco 3 vías para la realización de la Gran Obra: la vía seca, la vía húmeda y la combinada. Pero lo mejor es que me permito descifrar los canecillos y relieves alquímicos en nuestras bellas iglesias románicas y reconozco que nada hay que me cause mayor gozo en este mundo que permanecer horas a solas, en silencio, vagando sin rumbo en las iglesias tras los canecillos, relieves y decoración diversa, que van contando el proceso mientras “externamente” parecen relatar pasajes de la vida de Jesús, de la matanza de los Inocentes, de Sansón y sus aventuras o de la visita de los Reyes Magos.
Por cierto que llegados a este punto no puedo por menos que advertir una evidencia. Cuando Quevedo satiriza de manera tan precisa los escritos alquímicos, difíciles de conseguir por otra parte, no puedo por menos que preguntarme los años que él dedicó al estudio de esa disciplina. Cuando voy disfrutando de mi peregrinaje por iglesias románicas y encuentro canecillos rotos o cambiados, en puntos fundamentales de “La Gran Obra”, no puedo evitar preguntarme cuántos monjes y obispos llegaron a conocer profundamente este proceso, conocimiento necesario para seccionar uno de los pasos claves de “la receta”.
Sobre la Astrología, la disciplina de adivinar el porvenir en las estrellas y precursora de la Astronomía, Quevedo tampoco guardaba mejor opinión, cuando escribió: “La astrología es una ciencia que tienen por golosina los cobardes, sin otro fundamento que el crédito de los supersticiosos. Es un falso testimonio que los hombres mal ocupados levantan a las estrellas.” Con todo, fueron numerosos los monarcas europeos que se dejaron llevar por lo dicho en sus cartas astrales, o en las de sus contrincantes. El caso más evidente es el del célebre Nostradamus, que a pesar de cursar astronomía, fue expulsado de la universidad dejando inacabados sus estudios. Pero ese “detalle” no fue impedimento para que se recorriera todas las cortes europeas haciendo predicciones, cartas astrales de infantes y reyes, de bodas y tratados, logrando ser uno de los hombres con más poder de todo el continente. A pesar de existir numerosos astrólogos y astrónomos que han analizado seriamente las cartas astrales de Nostradamus que se conservan, encontrando fallos gravísimos con respecto a la posición de los planetas. Otros académicos han encontrados plagios de escritos anteriores a él, en sus Profecías, donde se hablaban de batallas ocurridas tiempo atrás (en ocasiones anteriores al nacimiento de Nostradamus), de manera que para ellos, si tales profecías del francés se cumplen, es más por nuestros deseos de hacer encajar los hechos con palabras y expresiones de Nostradamus, que porque realmente sean proféticas, pues de hecho son textos copiados de autores de la antigüedad que hablaban de hechos ya pasados en el área del Mediterráneo Oriental.


A. Alegoría de la Alquimia, en la iglesia templaria de Notre Dame de Paris (Francia); B. Representación de músicos con matraces (alquimistas) en la iglesia de Santo Tomé (Soria, España); C. Grabado de una obra alquímica donde se aprecia la importancia de conocimientos astronómicos; D. Iglesia templaria de Alpanseque (Soria, España) con símbolos alquímicos; E. Representación figurada de un mago alquimista rodeado de libros, un dragón y representación de distintos astros.

Con todo, había quién usaba el arte de la Alquimia no para enriquecerse vendiendo falsas pócimas, sino para avanzar en el conocimientos de las Ciencias. Hemos citado a importantes científicos que con sus descubrimientos y estudios hicieron grandes avances en diversas disciplinas tales como la filosofía (Geber, Bacon), la astronomía (Galileo, Newton), la Biología (Alberto Magno), las matemáticas y mecánica (Da Vinci), entre otros.
Por eso es cierto que fueron muchos los charlatanes que denigraron este saber al tratar de enriquecerse usando los anhelos de la gente, pero es igualmente verdad que sin estos científicos de la antigüedad a día de hoy aún estaríamos en las cavernas, temiendo a los rayos y truenos como castigo de iracundos dioses que desean castigar al ser humano y muriendo por enfermedades que hace ya mucho que dejaron de ser mortales.

Concluiré esta entrada con alguna de mis frases favoritas de Francisco de Quevedo:
Si quieres que te sigan las mujeres, ponte delante.”

Todos los que parecen estúpidos, lo son y, además también lo son la mitad de los que no lo parecen.”

Creyendo lo peor, casi siempre se acierta”.

Los que de corazón se quieren, sólo de corazón se hablan”.

Conviene vivir considerando que se ha de morir; la muerte siempre es buena (cierto, ayuda a dar el valor real a las cosas, a gozar de lo que se tiene, a ser generoso con la gente y a aprovechar al máximo nuestra vida); parece mala a veces porque es malo a veces el que muere.”

El valiente tiene miedo del contrario; el cobarde, de su propio temor.”

Mejor vida es morir, que vivir muerto.”

Ningún vencido tiene justicia si lo ha de juzgar su vencedor.”

Donde hay poca justicia es un peligro tener razón.”

No es dichoso aquél a quién la fortuna no puede dar más, sino aquél a quién no puede quitar nada.”

Vive sólo para ti si pudieres, pues sólo para ti si mueres, mueres.”

Siempre se ha de conservar el temor, más nunca se ha de mostrar.” (…) “El temor empieza toda sabiduría, y quién no tiene temor, no puede saber.”

Aquel hombre que pierde la honra por el negocio (llevado por la codicia), pierde el negocio y la honra.”

Ser tirano no es ser, sino dejar de ser…y hacer que dejen de ser todos.”

En los más ilustres y gloriosos capitanes y emperadores del mundo, el estudio y la guerra han conservado la vecindad (han ido parejos, de la mano), y la arte militar se ha confederado con la lección. No ha desdeñado en tales ánimos la espada a la pluma. Docto símbolo de esta verdad es la saeta (la flecha): con la pluma vuela el hierro que ha de herir.” (cierto, pero también con la pluma, la punta de hierro que escribe, hiere).

Muchos vencimientos han ocasionado la consideración y muchas victorias ha dado la temeridad.”




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