viernes, 6 de abril de 2018

Los enigmas de la Luna

      La Luna, nuestro satélite, ha tenido siempre una gran influencia para el hombre. En la época medieval, que supuso para la población un retroceso a la oscuridad impulsado por la Iglesia y su connivencia con el feudalismo, la luna era un misterio al que muchos le profesaban el temor y la malignidad que seres temerosos e incultos asignaban a todo cuanto desconocían. Ya con las investigaciones primitivas iniciadas por personas inquietas e inteligentes, aún a riesgo de su propia vida, comenzaron a abrir una ventana al Cosmos y a sus maravillas, demostrando que muchas teorías defendidas por la Iglesia con su brazo inquisidor estaban equivocadas. Entonces comenzamos a descubrir el Universo y la libertad.

       Hoy quiero analizar los secretos de este satélite y su influencia en la Tierra. A pesar de que en varias ocasiones los hombres pisaron la Luna, no se conoce mucho de ella. Ni tan siquiera su origen. Para explicar la formación de ese astro, de 3.475 kilómetros de diámetro, más grande que Plutón, se barajan varias teorías. En la Teoría de la Fisión se señala que la Luna es un pedazo de Tierra que se desprendió de ésta hace varios millones de años, cuando un gran asteroide, llamado Theia, chocó contra ella, fragmentándola en dos fragmentos de diferentes masas. A la Tierra le correspondió el fragmento mayor y a nuestro satélite, el menor. Esta teoría, que goza de un gran número de seguidores, ha sido ligeramente transformada por pensadores y escritores pseudoesotéricos, que señalan que no fueron dos fragmentos, sino tres, la consecuencia del impacto. El tercero sería muy pequeño y con su existencia preconizan la teoría de las dos lunas. Señalan que sólo vemos desde nuestro planeta una luna, ya que la otra es tan pequeña y está tan alejada que sólo se puede percibir con un telescopio de gran resolución. La llaman Lilith (nombre de la primera mujer terrestre, una diosa, de acuerdo con las milenarias mitologías sumerias) y la definen como la “Luna negra”, que, al igual que la otra giraría alrededor de nuestro planeta.



Representación de la supuesta formación de la Luna a partir de un fragmento que se desgajó de un primitivo planeta Tierra tras el impacto tangencial de un gran asteroide.

       También hay otra teoría que señala que nuestra Tierra surgió de la Luna. Esta teoría, que tiene sus defensores en el mundo oriental, se basa en las pruebas de Carbono-14 que se aplicaron a las piedras lunares que trajeron los diferentes alunizajes de las misiones Apolo y que demostraban mayor antigüedad que las de la Tierra.


Representación de la hipótesis del origen de la Luna como parte de la Tierra, a partir de la aglomeración de la materia que salió despedida de la protoTierra, tras impactar contra ella un cuerpo del espacio de considerable envergadura. Las “marias”, mencionadas en la figura son los mares lunares (enormes extensiones de lava, llamadas en latín “mare”, mar; “maria”, mares, en plural).



       En la Teoría de la Captura se señala que nuestro satélite estaba vagando por el espacio como un asteroide hasta que nuestro campo gravitacional la atrapó y comenzó a girar alrededor de la Tierra. Sin embargo es la Teoría de la Fisión la que tiene más seguidores. Señala que la Luna se desprendió como un fragmento de la gran colisión entre la Tierra y un planeta similar a Marte, o bien se formó por la condensación de la nube de escombros tras el impacto. Esta teoría de la Condensación de escombros, defendida por científicos del Instituto Weizmann de Ciencias (Universidad de Rejovot, Israel), la formularon tras diferentes simulaciones y después de comprobar que las muestras lunares estaban compuestas por materiales muy parecidos a los terrestres, pero no idénticos, de lo que se deduce que hay restos del otro asteroide o planeta que chocó. De hecho, diversos científicos sostienen que es la forma más normal de creación de los satélites de los distintos planetas. Existe una teoría (Teoría de Hörbiger), mas premonitoria que científica, que señala que ésta es nuestra tercera Luna, y que las otras, como le ocurre a la actual (que tiene cuatro mil millones de años), poco a poco iban girando en órbitas más cercanas al planeta hasta que acabaron precipitándose sobre la Tierra, lo cual provocó una glaciación y del impacto surgió una nueva luna.


Y aún hay otra hipótesis que considera un origen simultáneo de la Tierra y de la Luna a partir de la cantidad de materia que quedó dispersa por el Cosmos tras el Big Bang (o uno de ellos, el más posterior). La materia, al tener masa se fue atrayendo y condensando en un cuerpo cada vez más sólido que sería la futura Tierra. Al incrementarse su masa, también lo hacía su poder de atracción (por la ley de la gravitación universal de Newton que dice que la fuerza con que un cuerpo atrae a otro –la gravedad- es igual al producto de sus masas, dividido por el cuadrado de la distancia que los separa y todo ello multiplicado por una constante universal), captando a otro cuerpo de menos envergadura que se estaba formando simultáneamente y que sería la Luna, quedando orbitando alrededor de la Tierra.

      Utilizando la teoría del impacto entre dos planetas semejantes calientes al final de la formación del Sistema solar, científicos estadounidenses dirigidos por Sarah Stewart de la Universidad de California y Matija Cuk del Instituto SETI en Mountain View, han propuesto una hipótesis para explicar cómo la Luna llegó a su posición actual (Portal de noticias de ciencia Phys.org.), apoyándose en la evidencia de que las composiciones de la Tierra y la Luna son muy similares. Pero esta teoría no está completada. Deja muchos datos sin explicación, p. ej. porqué la órbita de la Luna está inclinada cinco grados en relación con el ecuador de la Tierra. Sí señalan que el material de la Tierra y el del cuerpo que la golpeó se mezclaron, de ahí que la composición de la Luna sea similar a la de la Tierra. Después, el cuerpo formado se alejó de la Tierra hasta llegar al punto en que se equilibran la fuerza de atracción de la Tierra y la fuerza de atracción del Sol (denominado punto "transición plano de Laplace"). Para justificar la inclinación, indican que, aunque el desplazamiento lunar no afectó en demasía a la órbita de la Tierra alrededor del Sol, sí hizo que la Tierra se colocara en posición vertical, lo que obligó a que la órbita lunar se fuera posicionando con una considerable inclinación respecto al ecuador terrestre. Esto hizo que durante varias decenas de millones de años, nuestro satélite estuviera girando lentamente lejos de la Tierra, hasta alcanzar el punto de equilibrio ("transición Cassini"). Este equilibrio se logró cuando el ángulo entre la órbita de la Luna y el del ecuador de la Tierra disminuyó a unos cinco grados, alcanzando así nuestro satélite su órbita habitual.
    Estos estudios sobre su formación han ido evolucionando de forma paralela al estudio sobre su historia, una vez que el hombre pisara el satélite. Después de ese momento, muchas fueron las propuestas e hipótesis científicas sobre su evolución. Por supuesto que no faltan, como no podía ser de otra forma, las historias basadas en la imaginación más que en la ciencia.


El escaso control de información contrastada en internet y la gran cantidad de todos tipos de aplicaciones informáticas para la manipulación de imágenes ha provocado un gran auge entre blogueros de todo el mundo que no dudan en compartir “evidencias” de elementos alienígenas en la Luna, de aliens e incluso de objetos que parecen desplazarse deduciendo de ello que hay algún tipo de inteligencia viva en nuestro satélite (y cómo no, cuya existencia nos ocultan nuestros gobiernos señalando a la NASA como encubridora sin reparar en que es una institución civil, de investigación, y que precisamente ella es la más interesada en dar con evidencias de vida en el Universo debido al aluvión de inversiones que recibirían para investigarlo).

     Algunas de las fotografías tomadas en el alunizaje muestran algunas cosas raras en su superficie como construcciones artificiales de diferentes tamaños, incluso parece existir caras (´del hombre de la Luna´), pirámides e incluso un castillo suspendido sobre su superficie, lo que apunta a que una civilización avanzada la habitó. Los autores de las ´teorías´ alegan que nunca la NASA desmintió estas noticias. Sin embargo, cabe la posibilidad de que no las desmintieran porque las fotos y los videos pudieran estar trucados. De lo que no hay duda es de que la llegada del hombre a nuestro satélite no ha producido, ningún efecto beneficioso para el astro. Tras los diversos viajes espaciales, el hombre ha dejado allí más de 180 Tm de ´basura espacial”, en forma de aparatos y restos de sondas (hay dos estrelladas en su superficie) y vehículos lunares, a pesar de que varios de ellos siguen funcionando.
    Por otro lado, en la luna ocurren fenómenos que no pasan aquí. Por ejemplo, las sombras. Cuando Neil Armstrong caminó por vez primera sobre el satélite, observó que las sombras que se producían allí eran mucho más oscuras que en la Tierra, por la falta de atmósfera. Cualquier objeto que no fuera iluminado por el sol de forma directa, se veía negro. Cuando lo iluminaba directamente la luz solar, se podía apreciar en algunas figuras una especie de halo brillante en las sombras, que dificultaba la observación. Hasta que comprobaron que se debía a un efecto de posición solar fueron muchas las dificultades que produjeron. Muchas de estas sombras perjudicaron las misiones Apolo, sobre todo en el alunizaje, ya que desfiguraban el mapa lunar, haciendo que algunas superficies horizontales se percibieran como pendientes pronunciadas. Ya cuando conocieron la relación de la sombra con el ángulo de inclinación de los rayos solares pudieron ajustar las mediciones. Tampoco ayuda en la exploración el polvo pegajoso y abrasivo que cubre su superficie y que nos achicharraría en ausencia de traje espacial. Este polvo lunar suspendido en el aire es una gran dificultad para el funcionamiento de los equipos científicos, ya que al adherirse a ellos limita su vida media y su efectividad. También es muy perjudicial para las placas solares, porque acaba cubriéndolas y disminuyendo su operatividad.
    De las observaciones lunares también se dedujeron otros fenómenos. Por ejemplo, que la luna no era redonda. Su centro de masa no se corresponde con el centro geográfico del satélite, igual que en la Tierra, por efecto de la rotación. La luna está más achatada por los polos. Otra cosa que observaron fue que no era geológicamente inactiva. Los sismógrafos que colocaron detectaron pequeños terremotos en su superficie. De hecho, en algunos lugares de la superficie aparecieron fracturas y grietas que dejaron escapar gases de su interior. Los científicos lo explicaron como resultado de los efectos gravitacionales que le provoca nuestro planeta. Estos efectos hace que exista en la luna un lado o ´cara´ que nunca vemos, ya que producen un freno a la rotación lunar sobre su propio eje, de forma que la Luna tarda el mismo tiempo en girar sobre su eje que en dar una vuelta alrededor de la Tierra, lo que hace que siempre veamos la misma cara. Esa cara oculta o zona oscura, que supone un 41% de su superficie, algo más de quince millones y medio de kilómetros cuadrados, tiene distinta estructura que el resto de la superficie lunar -fue llamada oscura por su desconocimiento, ya que la luz del Sol llega por igual a ambas zonas- Los científicos comprobaron que en ese lado desconocido había un menor número de mares. Tras distintas investigaciones, se cree que esa ausencia de mares se debe a la disminución del espesor de la corteza en la cara oculta de la Luna, como señaló la revista Astrophysical Journal Letters. Nuestro satélite, al ser mucho más pequeño que la Tierra, al formarse ambos se enfrió más rápidamente el lado más lejano, la cara oculta, ya que el que miraba hacia nuestro planeta sufría el proceso de anclaje, como el de las mareas, lo que hizo que la Tierra todavía caliente (a más de 2.500 ºC) emitiera su calor hacia ese lado cercano de nuestro satélite. De ahí la diferencia en la formación de la corteza de la Luna, que tiene en este lado más altas concentraciones de aluminio y calcio -elementos más difíciles de vaporizar- que en la parte oculta.

La cara oculta de la Luna (derecha) ha sido objeto de gran protagonismo entre los partidarios de la teoría de la conspiración alienígena pues defienden que en los grandes cráteres de esta gran zona lunar se ubican diversas ciudades extraterrestres. Como no, conocedores de ello, han sido varios los astronautas que entre sus encargos al pisar la Luna tenían como misión secreta tomar imágenes de estas metrópolis alienígenas, recoger muestras de la zona, o incluso contactar con ellos.

      Las múltiples investigaciones han ido desmontando las teorías alarmistas de la mitad del siglo pasado de los soviéticos, tras las fotografías realizadas por la sonda rusa Luna-3, sobre impactos alienígenas en esa zona o la del decano del Centro de Ingeniería Aeroespacial y de Exploración Lunar chino, Liu Jizhong, que hablaba de que esa zona tenía una constitución extremadamente diferente y con una geografía mucho más complicada que la parte visible. El único problema que se tendría si se alunizara en la cara oculta sería la imposibilidad de comunicación con la Tierra, ya que el mismo satélite se interpondría entre los astronautas y nuestro planeta. Las declaraciones chinas tienen que ver con su interés por colonizar la Luna. Sin desdeñar la idea de que esas declaraciones estén dirigidas a desalentar a otras naciones con fines idénticos, ya que en la Luna se ha descubierto una gran riqueza de un isótopo del Helio, He-3, que se encuentra enganchado al polvo lunar y que se puede liberar al calentarlo, que podría utilizarse en los reactores de fusión nuclear como una fuente infinita de energía y podría resolver el problema energético de la Tierra en los próximos diez mil años (una tonelada de He-3 cuesta algo más de dos mil millones de euros). Pero la colonización lunar por China no es fácil, ya que el Tratado del Espacio Exterior de la Naciones Unidas, deja claro que los recursos de nuestro satélite pertenecen a toda la humanidad. De hecho la Agencia Espacial Europea (ESA) quiere construir allí, en el Polo Sur –punto frontera con el inicio de la cara oculta- una base permanente y abierta a los diferentes países miembros. Una idea interesante, ya que desde allí, al no haber atmósfera, se pueden recibir las emisiones de radio cósmicas más limpias y puede servir además como preparación, dadas las condiciones de aislamiento del lugar, para los astronautas que puedan participar en un futurible viaje a Marte.



La imaginación no tiene límites, en lo referente a ciudades alienígenas en la Luna.

      Una característica curiosa de la zona oculta es el recuerdo de su actividad volcánica. Las cámaras del satélite japonés de exploración Kaguya (Selene) descubrieron en 2008 la intensa actividad volcánica que hubo allí y que se frenó hace 3000 años. Los científicos de la Universidad estadounidense de Purdue y la NASA encontraron un enorme cráter de 200 kilómetros de ancho, formado por magma salido de la profundidad lunar, que recibió el nombre de Earhart en honor a Amelia Earhart, la primera mujer que cruzó en solitario con su avión el Atlántico. Este cráter, de una edad de casi 4.000 años, que se encuentra parcialmente enterrado por los escombros de la cuenca Serenitatisse, se ha comprobado que es de procedencia volcánica. En otros cráteres, como el Cabeus, se ha visto que bajo su superficie hay un 5,6% de agua congelada, sodio y plata. Se cree que este material llegó allí por las colisiones de los asteroides, como señala el equipo de la Universidad estadounidense de Brown. También se ha detectado agua congelada en los polos.
      Las actuales investigaciones han demostrado algunos datos increíbles. Además de confirmar su influencia en las mareas de nuestros océanos, seguida por el Sol en menor medida, como afirma la teoría newtoniana. A la Luna la responsabilizan de la variación del mar en la Pleamar o Marea Alta, de máximo nivel, y al Sol de la Bajamar o Marea Baja, de nivel más bajo. También se ha comprobado que la Luna se va alejando de nuestro planeta. Se señala que le resta constantemente a la Tierra energía rotatoria a cambio de desplazarse ella en sentido contrario (fuerzas de acción-reacción) 4 cm anuales en su órbita. Los científicos señalan que hace algo más de 4,5 millones de años, cuando se formó el satélite, la distancia con la Tierra era de 22.530 Km y que hoy se encuentra a más de 450.000 Km. Este efecto hará que la Luna siga alejándose hasta escaparse de la atracción de nuestro planeta. Mientras tanto la velocidad de rotación de la Tierra se va desacelerando, lo que hará que casi imperceptiblemente nuestros días se irán haciendo más largos, con los efectos en las mareas que llevarán a un cambio en la rotación terrestre y producirá cambios increíbles, como que dentro de millones de años los meses puedan tener una duración de 40 días.
    Uno de los misterios latentes que se acaba de resolver era el origen de la música misteriosa que en 1969 los astronautas del Apolo 10, Stradford, Young y Cernan, escucharon durante una hora, cuando la nave volaba por la cara oculta. Oyeron a 15.000 km de la Tierra una especie de silbido que les acompañó en la oscuridad. Lo comunicaron a la NASA y, ante la falta de explicación razonable, el tema quedó archivado. Cuando se filtró, se volvió a hablar de alienígenas. Hoy se ha comprobado que esos silbidos agudos se debían a las interferencias que producía el sistema VHF (Very High Frequency) al comunicar el módulo central con el lunar. Posiblemente se podrá comprobar la certeza de esa afirmación con las nuevas misiones que Trump propone realizar en el futuro al satélite. Otro dato curioso es la existencia de árboles en la Luna. En nuestro planeta hay más de 400 árboles que llegaron de allí. En 1971 el científico y astronauta Stuart Roosa que alunizó en el Apolo 14 (octava misión tripulada del programa Apolo), trajo de vuelta a la Tierra semillas que al pasear por la superficie se pegaron en su traje espacial. Ya en la Tierra, germinaron y acabaron creciendo, formando los llamados “Árboles de la Luna”.


Los “Moon Trees” o “árboles lunares”.

           Todavía nuestro satélite sigue rodeado de ese misterio que hace que muchos sueñen con visitarla. Para esos soñadores conviene recordar que en 1980, el empresario Dennis Hope compró la Luna y desde entonces se ha dedicado a vender parcelas lunares (ver mi entrada centrada en este asunto, aquí).




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