jueves, 24 de febrero de 2022

Incoherencias en nuestros museos

                Me gusta hacer visitas culturales porque siempre hay preciosas joyas, casi en cualquier rincón de nuestro país, que desconocía y que aportan un grato momento de belleza y satisfacción al verlas y descubrirlas.

                Otro punto a su favor es que lamentablemente suelen ser visitas sin gente pues por lo general no suele haber nadie, o a lo sumo un par de personas “despistadas”. Los museos (municipales o regionales), centros de interpretación o salas de visitantes, entre otras denominaciones, también suelen captar mi atención pues si tienen una faceta etnográfica o folclórica siempre suelen poseer ese halo bohemio tan bonito, y si son arqueológicos ayudan a conocer piezas nuevas que desconocía.

                Dicho esto, por lo general suelo llevarme un sabor agridulce en las visitas a los museos arqueológicos (en sus distintas denominaciones) porque no deja de ser verdaderamente frustrante que sigan manteniendo ideas preconcebidas antes de la Guerra Civil, cuando los extranjeros (alemanes e ingleses, generalmente), acudían a “la cateta” España a jugar a Indiana Jones, excavando aquí y allá a su antojo para dejar aquí migajas y llevarse a su país las mejores piezas halladas. Con todo, no podemos dejar de reconocer que gracias a ese expolio consentido, la Península Ibérica sacaba a la luz un pasado milenario que casi todos los patrios ignoraban y despreciaban a partes iguales.

                No tardaría en llegar la Segunda Guerra mundial, con el parón consiguiente en el campo arqueológico, para ser retomado poco después en una España muerta de hambre, que se recuperaba de una guerra civil y trataba de adaptarse a la etapa más dura de la Dictadura. Los republicanos, por su parte, habían dejado unos destrozos en muchos casos irreparables en el patrimonio español (baste ver en mi libro “El fenómeno de las Vírgenes Negras” cómo en zonas de la Rioja, País Vasco o Cataluña, por ejemplo, casi el 90 % de las tallas medievales de estas esculturas marianas se destruyeron o perdieron en la Guerra Civil, y no a manos de nacionales o franquistas precisamente…). En Castilla y León, y casi toda la mitad norte de España en general, el desprecio a lo religioso se manifestó en el abandono y saqueo de iglesias, usándolas en el mejor de los casos como cuadras para el ganado. Y de eso se aprovecharon los “Indianas Jones” extranjeros comprando los frescos del siglo XI de San Baudelio de Berlanga por 5.000 pesetas cuando se usaba para guardar ovejas, o denostando el busto de la Dama de Elche encontrada por un labriego, culpándolo de haberla falsificado y comprarla así “por cinco duros” para llevarla al museo francés del Louvre; son sólo dos ejemplos de entre miles. En esta dura postguerra mundial, el sufrimiento y persecución del pueblo judío a manos de los nazis, condujo al resurgimiento y revalorización del pueblo hebreo; y la idea de que sus ancestros -los fenicios- fueron una pieza clave para que el ser humano se civilizara ganó fuerza en el mundo arqueológico. Así, se  hizo pasar al fenicio por “el afable tendero y comerciante” que cambiaba precarias tonterías de piedra y barro  hechas por los autóctonos por lo último en civilización: cerámicas a torno, edificios rectangulares, barcos “hippoi” que aunque fenicios, eran de Gadir, de Cádiz, y cómo no, la escritura, que será precursora de todas las demás de futuras culturas europeas, como la Etrusca (de la que descenderán los romanos), la Griega y la Ibérica. Pero todo este espejismo inventado cae por su propio peso a poco que se desee abrir los ojos y contrastar:

a)      El afable, bonachón y civilizador pueblo de comerciante que se dice fueron los fenicios, se contradice con sus monedas, donde aparecen armados hasta los dientes y con las distintas grandes batallas que han dejado huella histórica;

 

b)      Que los “hippoi” se atribuyeran a los fenicios, cuando las crónicas históricas los mencionan como “barcos de Gadir” no deja de sorprenderme pues si realmente fueron invención fenicia, ¿por qué hacer tal distinción geográfica? ¿No sería más bien que trataron de agenciarse las afamadas “naves de Tarsis” que menciona El Antiguo Testamento, la legendaria flota tartesia, 100 % autóctona peninsular?

 

c)       Que se diga que “los buenos fenicios” enseñaron a los peninsulares a realizar sus casas y edificios rectangulares, pues hasta entonces seguían construyendo edificios circulares a imitación de las cabañas paleolíticas-neolíticas, produce risa si se analiza el registro arqueológico portugués y español, encontrando ya construcciones plenamente rectangulares en el 2.200 a.C., si no mucho antes.

 

d)      Que se señale que los fenicios enseñaron el alfabeto a los peninsulares es no ya irrisorio sino ridículo. Más aún cuando existen piezas arqueológicas de al menos el cuarto milenio antes del cambio de era, al menos tres milenios antes de la llegada de los primeros fenicios a Occidente, que emplean no solo todos los caracteres fenicios sino más, en al menos tres escrituras distintas. Estas piezas se encontraron en yacimientos arqueológicos de la provincia de Huelva (SO de la Península Ibérica) y Castellón (NE de la Península Ibérica). Las evidencias están ahí: el alfabeto fenicio derivó de alguno de estos alfabetos peninsulares. Y por tanto, si se consideraba la escritura fenicia como precursora de todas las escrituras mediterráneas de la Antigüedad, habría que concluir que el conjunto de alfabetos de la Península Ibérica fueron la madre de las escrituras mediterráneas. Es puro razonamiento lógico… Aunque ningún académico ni museo arqueológico lo diga, ni por asomo.

 

Pero no solo estas falsas ideas sobre el divino pueblo fenicio se siguen inmortalizando en nuestros museos arqueológicos, incluso de nueva creación, sino otras falsedades que se dan por ciertas. Mostraré un caso que me ocurrió hace unas semanas, en un viaje por Alicante y Murcia, cuando visité el Museo Arqueológico regional de la provincia de Murcia, del cual tenía muy buenas expectativas… y me llegó la primera decepción, colosal, en el panel del origen y dispersión del ser humano. Es que no había una sola idea que fuera cierta, a tenor de las publicaciones científicas y de los grandes descubrimientos en ese campo, realizados en los últimos 10 años. Veamos el panel del museo:


 La numeración corre de mi parte, para facilitar la explicación de todas las incoherencias acumuladas. 1) Homo erectus: ¿por qué razón se le pone cruzando la Península Ibérica rumbo al resto de Europa cuando desde hace décadas se le considera exclusivo de Asia?; 2) Homo ergaster: se considera que nunca abandonó África así que, repito ¿por qué razón se le pone cruzando la Península Ibérica rumbo al resto de Europa? 3) Homo antecessor: ¿ por qué narices lo ponen yendo a Asia, derivando por Oriente Próximo hacia los Balcanes, y en el Norte de África, cuando se ha encontrado por ahora solo en Atapuerca (que por cierto no está donde la sitúan, en el País Vasco, sino en Burgos, algo más abajo) y en Reino Unido?; 4) Homo heidelbergensis: ¿pero qué hace derivando del Homo antecessor para irse hacia China, cuando hace décadas que se atribuyen a este taxón todos los restos anteriores al Homo antecessor hallados en el norte de África, España, Alemania (donde se definió la especie) y resto de Europa? Si es que no han dado una. Para más datos, exactos y actualizados, ver aquí 

 Fue tal mi frustración, que a la salida una trabajadora del museo me preguntó qué tal y le comenté mi decepción. La llevé ante el panel y le expliqué todos los errores que se agolpaban en él. Le dije que en mi página web hablaba de las últimas investigaciones y que tenía mapas esquemáticos que les autorizaba a reproducir gratuitamente. Le dije que si me facilitaba papel y bolígrafo, con gusto les dejaba anotados mis datos de contacto por si los quería pasar al director(a) del museo u otra persona apropiada, para hablar del asunto y ofrecerme a darle todo lo necesario gratuitamente, para que se pusieran paneles actualizados y basados en trabajos serios especializados y rigurosos. Para mi sorpresa me sonrió, se encogió de hombros y expresó un “no hace falta”. Pensé "qué idiota de mí, qué ingenua he sido al creer que a alguien en el museo le podía interesar poner información actual, rigurosa y cierta (contraria a sostenidas ideas demostradas ya como falsas) sobre Paleontología Humana, facilitada por una doctora en Paleontología"; como tal me había presentado.

Dicho esto, quiero enfatizar que lo he mencionado por compartir mi última experiencia frustrante en un museo arqueológico, no porque desee demonizar el Museo Arqueológico de Murcia, porque ya digo que para mí todas estas instituciones tienen el gran valor de preservar una parte de nuestro patrimonio que de otra forma se habría perdido. La pena es que podrían hacerlo mejor, sin sostener falacias aceptadas sino sacando pecho de las evidencias, que las hay y están en prestigiosas revistas científicas, señalando otra realidad histórica. No puedo entender ese miedo a reivindicar una Historia real, que encima deja a los antiguos peninsulares como grandes precursores culturales y no como meros indigentes culturales, imitadores mediocres de toda influencia externa. Y dado que he dicho un aspecto negativo de este museo diré dos positivos: en uno de los paneles se habla de la cerámica neolítica y se dice que la cerámica a la almagra será típica del área andaluza (cierto, pues se considera creación de allí) y al hablar de los íberos se señala: “Entre los siglos VII y I a.C., en el Levante de la Península se desarrolla una cultura dinámica y de rasgos muy originales: la ibérica, resultado de una convergencia entre la evolución interna de las sociedades indígenas de finales de la Edad del Bronce y  las aportaciones realizadas por los pueblos del Mediterráneo oriental y central: fenicios, púnico-cartagineses, griegos y etruscos. (…)” Por lo menos se separa relativamente de la concepción que otros museos tienen de los íberos, aceptando que poseen rasgos originales propios, y no que el 80 % de su cultura era “prestado” de culturas mediterráneas, como se viene defendiendo en contra de las evidencias;  ya he mencionado el tema de la escritura, pero qué decir de sus construcciones rectangulares, que se dice casi de forma unánime que toman de los extranjeros, cuando en el mismo territorio donde vivirán los íberos se dio una cultura netamente autóctona, El Argar, que construyó casas rectangulares y poblados en terrazas entre el 2.200 a.C y el 1.500 a.C., bastante siglos antes de aparecer por las costas peninsulares gentes del Mediterráneo central-oriental. Porque esa es otra, se admite que los Íberos siguen con iguales edificaciones, organizaciones sociales, etc que los argáricos, y sin embargo se es tremendamente reacio a creerlos sus sucesores, dejando un vacío cultural entre el 1.500 a.C. (argárico final) y el siglo VII a.C. (íbero temprano) ¿Por qué? Pues porque de otra forma sería harto complicado atribuir todas las maravillas íberas a pueblos extranjeros que influyeron en ellos, que hicieron sus obras imitando otras del Mediterráneo central-oriental, idea con la que disiento totalmente.


     Otros chascos, y en este caso debemos irnos nada menos que al Museo Arqueológico Nacional de Madrid y a un sinfín de museos regionales y locales españoles. Sigamos con la cultura Íbera. Por todos lados vemos dataciones de estatuas como la Dama de Elche, que encontró un labriego arando su campo, la sacó y siguió con sus plantaciones; la Bicha de Balazote (lo mismo); numerosos toros y leones íberos, siempre  hallazgos fortuitos, encontrados arando los campos. Entonces, ¿en qué argumentos objetivos se basan para datarlas, "sin ninguna duda al respecto", en los siglos V, IV o III a.C.? Soy geóloga y rotundamente digo que no existe un solo método de datación absoluta que pueda decirnos cuándo se hizo una escultura sobre un bloque de piedra. Entonces, ¿qué credibilidad merece esa datación? Porque si se hace en base a prejuicios, al “como me parece que es como aquella, debe ser de igual edad”, eso no es serio ni riguroso, sino una mera chapuza. Lo mismo cabe decir de las “estelas de guerrero”, con frecuencia encontradas fuera de su emplazamiento original, tal vez apiladas en un muro de piedras que separan parcelas, y aún así se atreven a datarlas con total seguridad y rotundidad. Alucinante.


    Detalle de sendas capturas de pantalla de la ficha técnica que nos aparece en Ceres para “estela de guerrero” y bicha de Balazote del Museo Arqueológico Nacional de Madrid. En el primer caso, la estela dicen que se halló en 1858 (o algo antes), que parecía tapar una tumba que no se ha conservado, con un recipiente de cerámica en su interior que se encuentra en paradero desconocido, encontrada en un lugar  concreto indeterminado… y lo fechan como realizada entre 1000-800 a.C., ¿basándose en qué?. En el segundo caso, la Bicha de Balazote, más de lo mismo, pues la encontró un agricultor en sus tierras y se desconoce el lugar exacto en el que se encontraba y el nivel estratigráfico correspondiente… pero lo fechan "exactamente" entre los años 525 -476 a.C., diciendo que perteneció a una estructura turriforme, Es que no salgo de mi asombro.

     Es más, tomemos un libro escrito sobre cualquier erudito en el mundo Íbero. No salgo de mi asombro con sus afirmaciones tipo “los Íberos vivían….”, “tal objeto o rito religioso no es propio de la cultura Íbera sino que se tomó de..” (fenicios, griegos, romanos,…) Bien, acudamos al registro arqueológico. Y veremos que tan sólo un 1 % o, estirando mucho, un 5 % de la totalidad de poblados íberos que se sabe que existieron desde Huelva hasta Cataluña se han excavado en su totalidad, el 100 % del asentamiento y su necrópolis? Seamos serios. Ese porcentaje no es suficiente para ser representativo de la totalidad de tribus íberas que existieron. Porque personalmente creo que para nada. Es un porcentaje patético que indica una variedad cultural, étnica y folclórica que ni mucho menos debería servir para atribuirse a aportes extranjeros. Porque esa es otra, vayamos a sus dataciones.

Con frecuencia se me acusa de mezclar culturas de tiempos distintos. Y yo les digo, ¿en serio? Es posible que se desconozca, porque por lo general las dataciones absolutas se suelen dar en Arqueología y por ello se piensa que pertenecen a ese ámbito, pero no es así. Tales dataciones las realizan geólogos o químicos, básicamente porque consiste en estudiar peculiaridades de determinados elementos químicos presentes en los sedimentos y por tanto es el ámbito de la Geología, el mío. Los arqueólogos se limitan a hacer sus dataciones relativas, que como su nombre indica, no se basan en otra cosa que la otorgación de una edad por el juicio (o prejuicios) que tengan, es decir “a ojo de buen cubero”. Pero como eso de datarlas “porque tienen pinta de ser tal” queda poco serio (que en verdad lo es) pues se le dice “datación relativa” y parece hasta riguroso, cuando no lo es en absoluto.

Las dataciones que clavan la fecha de realización de un objeto se basan en distintas técnicas y se denominan dataciones absolutas porque en teoría lo son. Estas dataciones suelen realizarlas laboratorios especializados en el análisis geoquímico de los sedimentos, en concreto de determinadas sustancias. Pero como todo, tienen sus limitaciones. Por ejemplo, para materiales orgánicos se suele utilizar el llamado “método del carbono 14”, que analiza la proporción de “carbono 12/carbono 14” y en función de la proporción que presenten, tendrán una edad (más apropiadamente, hará tanto tiempo desde que murió, y por tanto se puede deducir cuándo falleció). Dicho esto, prestemos atención a los detalles porque lo que se data es cuándo murió ese ser vivo. Por ejemplo, si cogemos un trozo de madera de una barca y la datamos, nos dará la fecha aproximada de cuándo murió el árbol en cuya madera se talló la embarcación pero ¿y si, pongamos por caso, fue una canoa que encontraron en un dolmen o un enterramiento anterior y se la adjudicaron por creencias rituales? Es un asunto delicado. Pero no es este el único problema ya que se parte de la premisa de que todos los seres vivos tenemos en vida igual proporción de carbono 12/carbono 14, algo que no es cierto, pues la personas que se alimenta casi totalmente de pescado y algas tendrá una proporción muy distinta del que se alimenta de caza, de carne. Si ambos murieran, nos darían por válidas dataciones de que vivieron en tiempos distintos, cuando no es cierto pues eran contemporáneos. Y esto es sólo un ejemplo, porque una talla de madera enterrada en sedimentos está expuesta a las aguas subterráneas, que proceden de las aguas de lluvia que se filtran disolviendo minerales y por tanto aportando nuevo carbono al original de la madera, cambiando su concentración y proporción de carbono 12/carbono 14. ¿Cómo resolverlo? Estableciendo unos valores generales de la proporción de carbono que había en cada tiempo. Estos valores estándar se sacan de los estudios geoquímicos de varvas glaciares (depósitos sedimentarios de antiguos lagos glaciares), de sondeos de hielos milenarios, sacando datos, contrastándolos con los de otros lugares y así sacando unos valores de carbono estándar para cada época. Estos valores deberán sumarse o restarse a las dataciones absolutas de cada nivel estratigráfico obtenido y el resultado de este proceso nos da las “dataciones calibradas” que deben usarse en cualquier estudio serio y riguroso de Arqueología.

Y  me pregunto cuantos de estos estudios hay para cada yacimiento íbero “estudiado”, con frecuencia excavado solo entre un 10-25 %  ¿Un 3 %? Y de éstos ¿cuántos presentan dataciones absolutas calibradas, posteriores al año 2000? Me refiero a este año en concreto porque se encontró un error en los estudios de las calibraciones que obligó a recalibrar lo calibrado; por ejemplo, los restos de Atapuerca que sirvieron para describir al nuevo taxón Homo antecessor requirieron un reajuste, un calibrado, siendo más antiguo de lo que en principio se consideró. Si llegan a un 0,5% ya sería para emocionarnos.

Y con todo, se sigue ignorando un error que todos los geólogos debemos reconocer pero que prefiere ignorarse por ser “lo menos malo”, y es que estas calibraciones se realizan tomando como ciertos estos valores de proporciones de carbono atmosférico estándar, al ser valores parecidos obtenidos en distintos lugares del planeta para una misma fecha o edad. Pero a poco que reflexionemos veremos que hoy no tenemos los mismos valores de CO2, CO y otras sustancias con carbono en los cielos de Madrid, Burgos, Barcelona, Bombay, Dubai, Chicago, Santiago de Chile … o Ushuaia, por decir unos cuantos ejemplos. Rotundamente no. Porque depende no ya del tráfico, la quema de combustibles fósiles, sino de parámetros como la cantidad de incendios forestales, de emisiones volcánicas que haya en la zona, de la alimentación que sigan … e incluso de detalles tan insignificantes como si para hacer harinas las culturas antiguas empleaban molinos de carbonato, por ejemplo (de caliza, mármol, etc) que en parte se mezclaba con el grano triturado y se ingería.

En fin, que como vemos no existen dataciones infalibles pero insisto en que las absolutas son las menos malas, mucho más certeras que las nefastas dataciones relativas a las que tan aficionados son los arqueólogos e historiadores españoles, y que tan en retroceso están en el extranjero, donde se apuesta crecientemente por distintos tipos de dataciones absolutas e incluso de varios métodos de ellas para encontrar la edad más exacta. Así, evitan que se den casos como los de las pinturas rupestres de Maltravieso, que los académicos estimaban que databan (por datación relativa, es decir, “a ojo de buen cubero”) del 12.000 a.C. o tal vez del 25.000 a.C., y que la datación absoluta ha evidenciado que poseen más de 40.000 años de antigüedad, siendo las pinturas rupestres más antiguas conocidas hasta hoy.

 

                Dicho esto, me gustaría saber la razón por la que nuestros museos arqueológicos y centros de interpretación de yacimientos arqueológicos tienen tal empeño por decir cosas que no son, sostener dataciones inventadas y seguir difundiendo la idea de que todo avance cultural llegó  a la Península Ibérica de fuera, ninguna se creó aquí. Llevan incluso la contraria a las corrientes de pensamiento extranjeras que, por ejemplo, admiten que la cerámica campaniforme surgió en la Península Ibérica, dio lugar a diversas tipologías y se difundió por el resto de Europa y parte del norte de África. Esta idea la sostienen arqueólogos rusos, franceses, alemanes … pero españoles no, en esto callan y se limitan a decir que es cerámica campaniforme. Juegan incluso con medias verdades señalando aportes importados de fuera de la Península Ibérica en la vitrina donde hay cerámica cardial (decorada con ayuda de los relieves de un bivalvo, Cardium) y cerámica campaniforme; así se hace creer al confiado visitante que lee el panel que ambas cerámicas llegaron “de fuera” cuando lo cierto es que solo lo hizo la cardial, pues la campaniforme es netamente peninsular. No dejo de preguntarme qué ganan con esta actitud obsoleta ¿cobarde? que caracteriza a los habitantes peninsulares como auténticos descerebrados incapaces de producir ninguna novedad cultural, negando encima las evidencias arqueológicas que señalan todo lo contrario.

                En la misma línea, el siguiente ejemplo, donde un panel señala que la cerámica campaniforme es “característica del Occidente de Europa” ¿Por qué esa media verdad?  Quedaría mejor, y haría honor a las teorías arqueológicas actuales (y evidencias) decir “de creación peninsular, difundida poco después por toda Europa, vía las rutas comerciales” Porque bien se dice en todos los museos (incluido éste mismo) que la cerámica a torno es fenicia, en lugar de indicar que la cerámica a torno es característica de toda Europa a partir del siglo VIII a.C.

 

          Eso cuando no se toma al visitante directamente por pardillo. Fue mi caso cuando toda emocionada me dirigí a visitar el fabuloso yacimiento de Alarcos (Ciudad Real), donde me consta que hay un Oppidum íbero (poblado amurallado), bella iglesia cuyo rosetón estrellado sopesé poner en la portada de mi libro de las Vírgenes Negras, y donde aconteció la batalla previa a las Navas de Tolosa, en la que los grandes ejércitos almohades y cristianos midieron sus fuerzas. Ahí es nada; esperaba encontrar un museo con maravillosos ejemplos de armaduras árabes, yelmos cristianos, armas, protectores de los caballos e incluso, con algo de suerte, las banderas de los bandos enfrentados, pero ¿qué encontré?: cuatro o cinco puntas de lanza, de hierro, oxidadas…eso es todo. Ni copas, platos, herraduras, monedas,… nada (un maravedí de oro de Alarcos, un plato decorado con la mano de Fátima y unas puntas de lanza de hierro se conservan en el Museo de Ciudad Real). Nada de los íberos, salvo una réplica de la estatua rota de una esfinge que se conserva en el Museo de Ciudad Real, en la sección de Arqueología, junto a un casco íbero espachurrado que se encontró en un campo de labor y unas falcatas. Menudo chasco. Pero es que luego hablé… con gente y me dijeron que en diez años solo se han excavado cuatro tumbas árabes y que un grupo de tumbas muchísimo más valiosas, al ser las más antiguas encontradas en Alarcos, se hallaron de nuevo de manera fortuita, por un agricultor que trabajaba sus tierras en una finca privada, fuera de los límites del yacimiento, en la falda de la colina… Eso sí, expoliadores se encuentran a todas horas, con detectores o sin ellos. Lo cierto es que el lugar se antoja una especie de Troya por excavar, con distintos niveles culturales unos sobre otros, aguardando a que se encuentren sus tesoros…o se expolien y vendan en el mercado negro, que me da que es lo más seguro, ante la inacción de autoridades y demás.

                No obstante, a bombo y platillo anunciaban por todas partes el nuevo Centro de Interpretación del yacimiento de El Cerro de las Cabezas, junto a Valdepeñas, a la que consideraban “la Pompeya íbera” pues durante una etapa de revueltas bélicas los romanos levantaron sobre el poblado íbero sus construcciones defensivas, de modo que el pueblo quedó preservado para la posteridad, tal cual se dejó de un día para otro. “Fabuloso”, pensé, “una auténtica ventana al pasado íbero”… Toda mi ilusión se desplomó a mis pies cuando leí  entre otras cosas el siguiente artículo (pongo la parte que más me sorprendió):

 
           Es decir, que tras 24 años (que se dice pronto) excavando el yacimiento, y sin encontrar necrópolis alguna, presuponen sus ritos religioso-funerarios y su pieza estrella es… (lo dicen en distintas noticias de prensa local) una rueda de carro. Todo lo demás son maquetas, suposiciones y reconstrucciones. Pues estupendo. Si eso es todo lo que ha dado de sí en 24 años “La Pompeya íbera”, con todo conservado tal cual estaba siendo usado… y no ha proporcionado una sola pieza de metal, creo que algo no cuadra… Pero claro, si solo se conoce un 8 % del yacimiento me planteo si no habría sido mejor para el conocimiento de la Historia invertir el dinero del Centro de Interpretación en más excavaciones, y aguardar a tener al menos el 60 % excavado antes de atreverse a decir cómo era y qué costumbres y creencias compartían sus gentes. Fuente: aquí.

         Y luego dirán que la que especulo soy yo …

                 Vuelvo a recalcar que cuando menciono estos casos no es para destacarlos en negativo, sino para poner como ejemplo el mensaje que quiero transmitir. Insisto que en todos los casos, tanto museos como centros de interpretación gozan ya de entrada de mi respeto, por preservar y proteger un patrimonio que de otro modo se habría perdido. La pena es que no actualicen la información, que se pierdan fondos económicos y tiempo (décadas) para excavar apenas un 10 % de un yacimiento y se caiga en el error de que tan escaso porcentaje realmente es representativo de una cultura, tanto, como para hablar con absoluta certeza de sus peculiaridades y defectos, atribuyendo hallazgos a culturas extranjeras y no a las autóctonas. Porque tal vez, algo más de interés por realmente dar con la verdadera Historia nos llevaría a encontrar que muchos de tales objetos se crearon y salieron de la Península Ibérica al Mediterráneo, en lugar de creer que todo llegó de fuera. En este sentido, admiro a egipcios, turcos e ingleses, pues con ellos cada hallazgo arqueológico supone reescribir la Historia, otorgándose ellos el papel protagonista, innovador y civilizador, difundiendo al mundo ideas, objetos y ritos por ellos creados. En cuanto a los ingleses, todo cuánto encuentran es único: un barco funerario vikingo, una escuela de gladiadores, unas cartas de legionarios romanos… y el mundo los escucha asombrados. Todo lo contrario de España, donde a tenor de nuestros especialistas todo son copias chapuceras de objetos “de fuera” realizados encima tardíamente.

                No obstante, como valoro la crítica constructiva por encima de todo, hay otros estupendos ejemplos del buen hacer. Es el caso del museo que se encuentra junto al maravilloso castro galaico-romano de Villalonga/Vilalonga, en Castro del Rei (Lugo, Galicia). Ahí todo el castro está excavado, se puede caminar por él (una auténtica gozada) y el museo se limita a hacer un estudio serio y riguroso, mostrando lo hallado pero sin juicios de valor. Pondré un ejemplo donde se observa tanto cerámica romana sigilata producida en la Galia como la producida en distintas zonas alfareras hispanas; todas ellas “de igual a igual”, y preciosa cada una por su peculiaridad y diferencias en el decorado.


                Cierto que los paneles están totalmente en galego, pero se han elegido palabras muy similares al castellano, perfectamente entendibles, y si hay alguna duda se pregunta al personal del museo, que es muy atento y en un segundo te lo aclaran aportando incluso más información de la que figura en los paneles (y es que lo diré mil veces, para mí las lenguas peninsulares siempre suman, son un aporte enriquecedor más, pero detesto cuando tratan de usarlo como “un arma excluyente”, tan de moda últimamente en la zona de todo el Este peninsular, salvo Murcia).

                Otro museo que me resultó una verdadera joya fue el Museo del Hombre, de Santa Cruz de Tenerife (Canarias), en todo su contenido (desde fósiles, minerales y meteoritos, hasta el contenido arqueológico y etnográfico).

                Finalmente, para todos aquellos que critican que señale alguno de mis logros académicos, exigiendo humildad (eso, los educados, pues en las redes sociales se pierden las formas con una facilidad pasmosa), no dejo de asombrarme con ese igualitarismo tan absurdamente impuesto (pero haciendo tabla rasa a la baja, eso sí); mis logros me enorgullecen porque costó un esfuerzo tremendo obtenerlos y nunca me avergonzaré de ellos. En casi todos los países civilizados, los políticos, por ejemplo, provienen de facultades de universidades con gran competencia académica, siendo inimaginable un político sin más estudios que Bachiller, y nadie parece sentirse ofendido porque otros los muestren sino al contrario, son personas que merecen respeto. Igual que no dejo de reconocer a fontaneros, herreros, arquitectos, relojeros, dietistas… sus méritos, preparación y experiencia, considero en justicia que yo pueda hablar de los míos sin que nadie se ofenda como si les estuviera insultando, porque sería como ofenderse porque se diga la edad, el número de sentadillas que se logra hacer o la montaña que se haya escalado; allá sensibilidades y complejos, pero desde luego yo seguiré orgullosa de mis logros, pues no en vano me considero muy exigente conmigo misma.

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