Si hay una frase que no he dejado de repetir a lo largo
de este blog es que existen muy pocas cosas nuevas recién inventadas que no
existiesen ya en algún momento de la historia pasada. Llegados a este punto y a
raíz de ordenar en uno de mis discos duros las muchas carpetas de fotografías
que tengo de mis viajes y visitas a diversos museos, exposiciones y
yacimientos, deseo compartir con los lectores interesados, ciertos objetos que
bien pudiéramos estar empleando a día de hoy. De esta forma tal vez modifiquemos
la opinión que se dan en muchos libros de historia y documentales que nos hacen
ver a nuestros pasados viviendo en las cavernas o en sociedades sumamente
primitivas e incultas.
Por cierto que quiero volver a recordar que a finales del presente mes, el blog cambiará de aspecto, sufriendo algunas modificaciones entre las que puede que figure el hecho de que únicamente puedan dejar comentarios los registrados en el blog como seguidores. Trataré de hacer los cambios, en la medida de lo posible (o permitido) para que las modificaciones sean mínimas con respecto al blog tal cual hemos venido viéndolo y usándolo, sin embargo son las nuevas normas de Blogger y debemos aceptarlas, pues posiblemente nos beneficien a todos.
Regresando al asunto de hoy, el
primer objeto que deseo destacar es uno que me llamó especialmente la atención
en mi visita en el Museo Arqueológico del Cairo, en las salas correspondientes
al tesoro del joven faraón Tut, conocido más popularmente como Tutankamón,
quién ha sido objeto de alguna que otra entrada anterior en mi blog, como puede
verse aquí.
Reproducción del
aspecto que presentaba el tesoro de Tutankamón en una de las salas de su
sepulcro, cuando fue descubierto por Howard Carter (ver aquí) y dijo aquello de que veía “cosas maravillosas” cuando a la luz de su vela,
todos los objetos de oro y con pan de oro comenzaron a brillar. A la derecha,
anillo con gemas y escarabajo de lapislázuli.
Y
es que el mundo faraónico ha acaparado la atención de casi todo el mundo, en
algún momento de su vida, pues nunca nos cansaremos de admirar las pirámides (ver
aquí), la realización del primer santuario troglodita excavado en la roca realizándose
desde el techo hacia el suelo (ver aquí), el detalle de encontrar entre los tejidos momificados de los faraones,
trazas que revelan su consumo del tabaco muchos milenios antes de que Colón
diera a conocer al mundo la flora de América (aquí), o el hecho de que poseían un calendario extraordinariamente parecido al
actual (aquí) e incluso que sus creencias sobre el juicio a los muertos perviviera en
nuestras iglesias europeas (aquí), entre otros detalles.
Pues
bien, entre los muchos objetos de la edad de los faraones que pudiéramos
escoger se encuentra uno tan novedoso que echa por tierra la especulación de
muchos blogueros cuando al hablar sobre errores de la película de Troya (cosa
que ya hicimos hace tiempo aquí), invierten gran parte de su análisis censurando que representaran a los príncipes
en compañía de la bella Helena desfilando en un carro bajo una sombrilla que
les cubría del sol, burlándose de emplear un objeto actual. Pues bien, cometen
un gran error dado que como puede apreciarse en la imagen que sigue, ya el
faraón Tutankamón disponía de este artilugio para cubrirse de los rayos solares,
enganchándose en su carro o en el mueble sobre el que estuviera el faraón
recostado, en su parte inferior. Después de todo, es lo más natural del mundo,
tanto que incluso muchos primates emplean grandes hojas de su entorno para
cubrirse de la lluvia o del sol.
Escena de la
película “Troya” en la que aparece una sombrilla muy similar a la hallada en la
tumba del faraón egipcio Tutankamón (a la derecha, ésta).
Dentro
del tesoro funerario de este faraón-niño, hay otro elemento que igualmente
quisiera resaltar, tratándose de unas sandalias realizadas enteramente en oro,
de diseño rabiosamente actual (siguiente imagen, a la izquierda). No debe
sorprendernos, no obstante, dado que en el M.A.N o Museo Arqueológico de
Madrid, en la planta baja, podemos visitar unas sandalias realizadas en un
material mucho más humilde, vegetal, pero cuya confección es unos milenios
anteriores a las egipcias pues proceden de la cueva de los Murciélagos
(Andalucía), siendo uno de los vestigios más antiguos de calzado conservados.
Por cierto, que en los mismos niveles se desenterraron semillas de adormidera
(se cree que se empleaba para estados meditativos y religiosos).
En
el M.A.N. también aparecen, entre las miles de piezas en él custodiadas,
algunas que nos pueden resultar sorprendentemente cotidianas, más aún ahora que
llega el buen tiempo y es frecuente realizar barbacoas en nuestros patios. En
esta línea, me llamó poderosamente la atención los hierros conformando una
parrilla de barbacoa (s. I a.C.) similares a las de hoy día que se exponía en
una de las vitrinas de la exposición Celtiberia realizada en el Museo
Numantino, el Museo Arqueológico de Soria. En esta línea, en el Museo
Arqueológico de Sevilla puede verse una de las sartenes plegables que
posiblemente solían llevar los soldados romanos en sus petates, durante sus
misiones.
A la izquierda, detalle de un caldero empleado para
banquetes, junto con herramientas para trinchar la carne y preparar “pinchitos”.
A la derecha, sartén plegable que llevaban los soldados romanos entre sus
utensilios (Museo Arqueológico de Sevilla).
Pero si hay objetos en el Museo
Arqueológico de Sevilla que resultan idénticos a los que empleamos
cotidianamente, sin duda son toda su gran variedad de herramientas de edad
romana (ss. I a.C.- III d.C.) y que muestro a continuación, algunos de ellos:
Peanas, tenazas,
clavos, palas, rastrillos, punzones, escarpelos, hoces, espejos, pinzas de
depilar, bisturíes de médico … todo tipo de herramientas cotidianas ya existían
en época de los romanos. Museo Arqueológico de Sevilla.
Siguiendo
en el Museo Arqueológico de Sevilla –donde el conjunto escultórico romano es
impresionante y exquisito- podemos observar igualmente una típica (y auténtica)
pesa romana de dos platos, que aún se emplea en algunos comercios de fruta
actualmente o incluso un “tapacubos” molón con cabeza de felino para “tunear” a
gusto el carro propio. A esto añadiré los diferentes candados contemporáneos, cencerros
y campanillas, cascabeles, sellos y elementos de telar (de época del Imperio
Romano y del mundo Íbero) que se expone en una de las vitrinas del Museo
Arqueológico de Alcoy, en la Comunidad Valenciana:
En
el aludido Museo Arqueológico de Alcoy, en la sala de elementos Íberos
comprobaremos que ni las cantimploras son inventos actuales, ni la costumbre de
dejar elementos votivos en los santuarios para rogar o agradecer al santo por
la curación de alguna parte de nuestro cuerpo es una costumbre cristiana. De la
misma forma, en el museo del yacimiento del castro galaico-romano de Vilalonga
(Galicia) podemos ver que tampoco es una invención actual los brazaletes de
bronce que se venden como remedio contra la artritis u otros dolores, ni los
pendientes colgantes metálicos.
Tampoco
es nada nuevo que una mascota o el despistado de turno pise el asfalto, cemento
o barro recién hecho dejando impresa su huella para la posteridad (ambas del museo
del yacimiento del castro galaico-romano de Vilalonga), ni la práctica de
operaciones quirúrgicas craneales donde el paciente frecuentemente solía
sobrevivir a ellas (Museo Arqueológico de Santa Cruz de Tenerife; figura a
continuación, izquierda).
Y
son solo unos pocos museos considerados, entre otros muchos que se han quedado
aguardando su turno, en el disco duro, por no abusar de la paciencia e interés
de los lectores.
Todo esto, por no entrar a analizar
la infinidad de tocados y peinados diferentes que frecuentemente muestran las
estatuas femeninas de tiempos del Imperio Romano, o las procesiones religiosas
representadas en las cerámicas Íberas de tipo Liria (Comunidad Valenciana) donde
se observan todo tipo de instrumentos musicales o vestimentas similares a las
que aún hoy día lucimos. Por este y otros muchos detalles disfruto tanto al
visitar los museos arqueológicos de todo el mundo, pues resultan toda una cura
de humildad ante nuestro pretendido avance tecnológico y civilizado…cuando lo
cierto es que ya en las vitrinas de tales museos se apilan objetos muy
similares a los que continuamos usando actualmente. Lo más relevante es que los
que no aparecen, si paramos a considerarlo un momento, no es tanto porque no se
hubieran dado sino porque los materiales con los que se fabrican son fácilmente
biodegradables (tal vez la excepción sea la máquina de Anticitera que se expone
en el Museo Arqueológico de Atenas, con paneles donde explican brillantemente
su aspecto original y funcionamiento, como precisa computadora de los astros y
que creo que ya he mostrado en alguna otra entrada anterior, y sin duda, en
alguno de mis libros; u otras máquinas como la explicada aquí). Con todo, seguiré frecuentando los museos y yacimientos arqueológicos pues
no descarto sorpresas sumamente agradables en este sentido, en un futuro tal
vez no muy lejano.
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