martes, 16 de junio de 2020

Antigüedades modernas en nuestros museos

        Si hay una frase que no he dejado de repetir a lo largo de este blog es que existen muy pocas cosas nuevas recién inventadas que no existiesen ya en algún momento de la historia pasada. Llegados a este punto y a raíz de ordenar en uno de mis discos duros las muchas carpetas de fotografías que tengo de mis viajes y visitas a diversos museos, exposiciones y yacimientos, deseo compartir con los lectores interesados, ciertos objetos que bien pudiéramos estar empleando a día de hoy. De esta forma tal vez modifiquemos la opinión que se dan en muchos libros de historia y documentales que nos hacen ver a nuestros pasados viviendo en las cavernas o en sociedades sumamente primitivas e incultas.
        Por cierto que quiero volver a recordar que a finales del presente mes, el blog cambiará de aspecto, sufriendo algunas modificaciones entre las que puede que figure el hecho de que únicamente puedan dejar comentarios los registrados en el blog como seguidores. Trataré de  hacer los cambios, en la medida de lo posible (o permitido) para que las modificaciones sean mínimas con respecto al blog tal cual hemos venido viéndolo y usándolo, sin embargo son las nuevas normas de Blogger y debemos aceptarlas, pues posiblemente nos beneficien a todos.

           Regresando al asunto de hoy, el primer objeto que deseo destacar es uno que me llamó especialmente la atención en mi visita en el Museo Arqueológico del Cairo, en las salas correspondientes al tesoro del joven faraón Tut, conocido más popularmente como Tutankamón, quién ha sido objeto de alguna que otra entrada anterior en mi blog, como puede verse aquí.
Reproducción del aspecto que presentaba el tesoro de Tutankamón en una de las salas de su sepulcro, cuando fue descubierto por Howard Carter (ver aquí) y dijo aquello de que veía “cosas maravillosas” cuando a la luz de su vela, todos los objetos de oro y con pan de oro comenzaron a brillar. A la derecha, anillo con gemas y escarabajo de lapislázuli.

                Y es que el mundo faraónico ha acaparado la atención de casi todo el mundo, en algún momento de su vida, pues nunca nos cansaremos de admirar las pirámides (ver aquí), la realización del primer santuario troglodita excavado en la roca realizándose desde el techo hacia el suelo (ver aquí), el detalle de encontrar entre los tejidos momificados de los faraones, trazas que revelan su consumo del tabaco muchos milenios antes de que Colón diera a conocer al mundo la flora de América (aquí), o el hecho de que poseían un calendario extraordinariamente parecido al actual (aquí) e incluso que sus creencias sobre el juicio a los muertos perviviera en nuestras iglesias europeas (aquí), entre otros detalles.
                Pues bien, entre los muchos objetos de la edad de los faraones que pudiéramos escoger se encuentra uno tan novedoso que echa por tierra la especulación de muchos blogueros cuando al hablar sobre errores de la película de Troya (cosa que ya hicimos hace tiempo aquí), invierten gran parte de su análisis censurando que representaran a los príncipes en compañía de la bella Helena desfilando en un carro bajo una sombrilla que les cubría del sol, burlándose de emplear un objeto actual. Pues bien, cometen un gran error dado que como puede apreciarse en la imagen que sigue, ya el faraón Tutankamón disponía de este artilugio para cubrirse de los rayos solares, enganchándose en su carro o en el mueble sobre el que estuviera el faraón recostado, en su parte inferior. Después de todo, es lo más natural del mundo, tanto que incluso muchos primates emplean grandes hojas de su entorno para cubrirse de la lluvia o del sol.

Escena de la película “Troya” en la que aparece una sombrilla muy similar a la hallada en la tumba del faraón egipcio Tutankamón (a la derecha, ésta).

                Dentro del tesoro funerario de este faraón-niño, hay otro elemento que igualmente quisiera resaltar, tratándose de unas sandalias realizadas enteramente en oro, de diseño rabiosamente actual (siguiente imagen, a la izquierda). No debe sorprendernos, no obstante, dado que en el M.A.N o Museo Arqueológico de Madrid, en la planta baja, podemos visitar unas sandalias realizadas en un material mucho más humilde, vegetal, pero cuya confección es unos milenios anteriores a las egipcias pues proceden de la cueva de los Murciélagos (Andalucía), siendo uno de los vestigios más antiguos de calzado conservados. Por cierto, que en los mismos niveles se desenterraron semillas de adormidera (se cree que se empleaba para estados meditativos y religiosos).


                En el M.A.N. también aparecen, entre las miles de piezas en él custodiadas, algunas que nos pueden resultar sorprendentemente cotidianas, más aún ahora que llega el buen tiempo y es frecuente realizar barbacoas en nuestros patios. En esta línea, me llamó poderosamente la atención los hierros conformando una parrilla de barbacoa (s. I a.C.) similares a las de hoy día que se exponía en una de las vitrinas de la exposición Celtiberia realizada en el Museo Numantino, el Museo Arqueológico de Soria. En esta línea, en el Museo Arqueológico de Sevilla puede verse una de las sartenes plegables que posiblemente solían llevar los soldados romanos en sus petates, durante sus misiones.

A la izquierda, detalle de un caldero empleado para banquetes, junto con herramientas para trinchar la carne y preparar “pinchitos”. A la derecha, sartén plegable que llevaban los soldados romanos entre sus utensilios (Museo Arqueológico de Sevilla).

                Pero si hay objetos en el Museo Arqueológico de Sevilla que resultan idénticos a los que empleamos cotidianamente, sin duda son toda su gran variedad de herramientas de edad romana (ss. I a.C.- III d.C.) y que muestro a continuación, algunos de ellos:

Peanas, tenazas, clavos, palas, rastrillos, punzones, escarpelos, hoces, espejos, pinzas de depilar, bisturíes de médico … todo tipo de herramientas cotidianas ya existían en época de los romanos. Museo Arqueológico de Sevilla.

                Siguiendo en el Museo Arqueológico de Sevilla –donde el conjunto escultórico romano es impresionante y exquisito- podemos observar igualmente una típica (y auténtica) pesa romana de dos platos, que aún se emplea en algunos comercios de fruta actualmente o incluso un “tapacubos” molón con cabeza de felino para “tunear” a gusto el carro propio. A esto añadiré los diferentes candados contemporáneos, cencerros y campanillas, cascabeles, sellos y elementos de telar (de época del Imperio Romano y del mundo Íbero) que se expone en una de las vitrinas del Museo Arqueológico de Alcoy, en la Comunidad Valenciana:


                En el aludido Museo Arqueológico de Alcoy, en la sala de elementos Íberos comprobaremos que ni las cantimploras son inventos actuales, ni la costumbre de dejar elementos votivos en los santuarios para rogar o agradecer al santo por la curación de alguna parte de nuestro cuerpo es una costumbre cristiana. De la misma forma, en el museo del yacimiento del castro galaico-romano de Vilalonga (Galicia) podemos ver que tampoco es una invención actual los brazaletes de bronce que se venden como remedio contra la artritis u otros dolores, ni los pendientes colgantes metálicos.


                Tampoco es nada nuevo que una mascota o el despistado de turno pise el asfalto, cemento o barro recién hecho dejando impresa su huella para la posteridad (ambas del museo del yacimiento del castro galaico-romano de Vilalonga), ni la práctica de operaciones quirúrgicas craneales donde el paciente frecuentemente solía sobrevivir a ellas (Museo Arqueológico de Santa Cruz de Tenerife; figura a continuación, izquierda).  


                Y son solo unos pocos museos considerados, entre otros muchos que se han quedado aguardando su turno, en el disco duro, por no abusar de la paciencia e interés de los lectores.
Todo esto, por no entrar a analizar la infinidad de tocados y peinados diferentes que frecuentemente muestran las estatuas femeninas de tiempos del Imperio Romano, o las procesiones religiosas representadas en las cerámicas Íberas de tipo Liria (Comunidad Valenciana) donde se observan todo tipo de instrumentos musicales o vestimentas similares a las que aún hoy día lucimos. Por este y otros muchos detalles disfruto tanto al visitar los museos arqueológicos de todo el mundo, pues resultan toda una cura de humildad ante nuestro pretendido avance tecnológico y civilizado…cuando lo cierto es que ya en las vitrinas de tales museos se apilan objetos muy similares a los que continuamos usando actualmente. Lo más relevante es que los que no aparecen, si paramos a considerarlo un momento, no es tanto porque no se hubieran dado sino porque los materiales con los que se fabrican son fácilmente biodegradables (tal vez la excepción sea la máquina de Anticitera que se expone en el Museo Arqueológico de Atenas, con paneles donde explican brillantemente su aspecto original y funcionamiento, como precisa computadora de los astros y que creo que ya he mostrado en alguna otra entrada anterior, y sin duda, en alguno de mis libros; u otras máquinas como la explicada aquí). Con todo, seguiré frecuentando los museos y yacimientos arqueológicos pues no descarto sorpresas sumamente agradables en este sentido, en un futuro tal vez no muy lejano.

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