miércoles, 3 de junio de 2020

Otra biografía del almirante británico Horacio Nelson

            Como ya indiqué, y retomando la petición de algunos lectores, paso a describir la biografía de “un buen marino inglés, Lord Horatio Nelson, el hombre que derrotó a la armada franco-española en la Batalla de Trafalgar y que acabó con la <hegemonía naval española>, sustituida por el dominio de la armada inglesa”. Esto es lo que suele leerse todavía en bastantes páginas virtuales en internet que hablan de este marino, elevado a la categoría de excepcional por ese mundo anglófilo que con sus eternas falacias y medias verdades aún domina un amplio espectro de la historia pasada, cuando desde la Segunda Guerra Mundial, junto a sus acomplejados primos estadounidenses, controlaron toda la información en el mundo, montando sus verdades y ocultando lo que les perjudicaba. Crearon una Historia paralela, tan poco verídica, que a base de repetirla consiguieron que muchos creyeran que era cierta. Con ricas series divulgativas donde las grandes mentiras destacan sobre el color y con una ambiciosa industria de Hollywood que con su gran incultura perdía el oremus por la madre patria, montaron tanta historias y películas que hicieron creer al resto de los sufridos mortales, admirados por su admirable y costosa puesta en escena, que la enanita y cara de vinagre reina Isabel I fue una especie de reina de belleza o que el rudo, obeso y aficionado a la decapitación de sus amantes cual mantis religiosa rey Enrique VIII fue un adonis, aunque bien mirado eran hechos sin demasiada importancia. Ahora, con el Brexit, este mensaje pretende enfatizarse si bien en plena edad de las telecomunicaciones, ya depende de la voluntad que cada ciudadano ponga en dejarse adoctrinar. Ya mencioné en entradas anteriores como documentales realizados hace menos de dos años tratan de atribuirse el mérito de frenar el avance otomano en Europa mediante medias verdades de la isla de Malta y borrando de la historia la gran batalla naval de Lepanto. Sin ir más lejos en una película de Hollywood estrenada el año pasado sobre las aventuras de un doctor que hablaba con los animales y que debe salvar de morir envenenada a la reina inglesa ponen como rey de los piratas a un español, Antonio Banderas, mientras el inglés protagonista es un ejemplo de lealtad y honor….patético el cambiar los verdaderos papeles que la historia repartió, cuando los españoles se veían “obligados” por su nobleza y honor a respetar tratados de paz con Inglaterra cuando ésta saqueaba y masacraba sin ningún escrúpulo ciudades inglesas (ver aquí y aquí, un par de ejemplos) o se inventaba “hazañas” tan patéticas como cortarse su propia oreja para hacer pasar la historia como que se lo habían hecho los españoles exigiendo entrar en guerra por ese motivo (un precursor del Maine estadounidense), acuñar monedas celebrando su victoria en una batalla en la que fueron barridos por el ingenio de D. Blas de Lezo (ver aquí), o fanfarronear de que iban a darse un viaje de placer arrasando una isla de las Canarias de la que regresaron sin un brazo y con el rabo entre las piernas precisamente por el propio Nelson glorificado (ver aquí). En fin, hoy vamos a tratar de acercarnos, desde nuestra humilde posición, a este gran hombre solo lejanamente igualado por otros de la talla de Sir Francis Drake.

Que la historia inglesa inventada es digna de recopilarse como los relatos de Andersen y de otros autores es algo por lo cual yo consideraría seriamente realizar una recopilación de firmas para impedir que ese gran patrimonio inmaterial no se pierda con el pasar de los años, ya que como la saga hollywodiense de Star Wars (la Guerra de las Galaxias), posee su propio mundo imaginario traducido en ese idealizado imperio británico que rozaba lo perfecto, si bien frecuentemente sabía camuflar sus propios ideales con rasgos nobles (estoy pensando en esa escena en que un bello Charton Heston, como oficial norteamericano, desenmascara y reprocha al aristocrático británico que haga pasar por resistir ante los chinos sin doblegarse cuando en realidad pretendía que el resto de los países se retirada y de esa forma que Reino Unido fuera el único país que comerciara directamente con China, en la película 55 días en Pekín).  Este “universo British” (por seguir un paralelo con el llamado “universo Marvel” de superhéroes de cómic) derrocharon en todo tipo de historias escritas, recitadas o representadas en documentales y películas dirigidas a transformar derrotas en victorias y ascender a la gloria a mediocres militares; hoy no hablo del general Bernard Law Montgomery, primer vizconde Montgomery de El-Alamein, apodado “Monty” o “el general espartano”, encubriendo o eliminando las grandes meteduras de pata que tuvo, por ejemplo en la reconquista de los Países Bajos; eso lo dejaremos para otra ocasión. Hoy prefiero centrarme en un héroe británico aún mayor, Lord Horatio Nelson, un buen marino al que se le añaden muchas historias fantásticas, y quede claro que digo buen marino, que eso en términos británicos lo eleva a excelentísimo, acercándose a un dios, y así lo han colocado en lo alto de una columna en la plaza más importante de Londres ¿Lo mereció? Pues es difícil de responder a la cuestión pues si sumáramos lo que hizo con lo que dicen que hizo, la columna podría llegar al cielo, de ahí a que para mí sea un elemento más del “universo British”.

 “Universo Star Wars” versus (vs) “Universo British”, con la estatua de Horatio Nelson destacando en la Plaza de Trafalgar, en la capital inglesa. Por causas ajenas a mí, el diseño del blog se ha modificado (depende de Blogger, que ha unificado el diseño de todos ellos); para ver mejor la imagen, picar sobre ella.

 Pero los versados en la Historia de países que tuvieron enormes imperios, como el español, durante más tiempo el más grande de la época moderna, no pueden evitar una sonrisa, porque hubo tantas gentes en este nuestro país que superaron con creces las hazañas de Nelson, aunque un 90% de sus compatriotas españoles lo desconozcan, que si tuviéramos que colocarlos en columnas nos haría falta un cielo más alto, comparando con Nelson. No hablo de Blas de Lezo y la defensa que hizo en Cartagena de Indias (ver aquí) con un par de millares de españoles contra la flota británica más grande que jamás existió al mando del gran almirante ingles Edward Vernon (el Nelson de 1741), tampoco del Gobernador de Luisiana Bernardo de Gálvez (ver aquí), que allá por 1780 eliminó todos los fuertes británicos del Misisipi y tomó Mobile y Pensacola, la perla inglesa del Caribe que defendía el General John Campbell, evitando que las tropas coloniales británicas ganaran la Guerra norteamericana de la Independencia a los desleales estadounidenses (Campbell, que sería el Comandante en Jefe de América del Norte fue hecho prisionero en Pensacola y paseado como tal por La Habana);  tampoco hablo de Jofre de Loaysa (aquí), que dio la segunda vuelta al mundo en 1525; ni de Jorge Juan (aquí), el marino científico; ni de Churruca (aquí) , el marino ilustrado e ilustre protagonista (1805) en Trafalgar; ni del almirante José de Mazarredo, que como Mayor General participó en 1780 en la mayor derrota naval inglesa de su historia y que, cuando (1797) los almirantes ingleses Nelson y Jervis intentaron con su flota invadir Cádiz al mando del primero, tras la desastrosa batalla española de enero en el cabo San Vicente, hizo que el resto de le escuadra española dañada se refugiara en Cádiz.

 Mazarredo, utilizando tácticamente las murallas y baluartes perfectamente diseñados por Blas de Lezo cuando era Comandante General de Cádiz (había fallecido en Cartagena de Indias en 1741) y con una flotilla de 30 lanchas torpederas, repelió el ataque con tanta bravura e inteligencia que consiguió que la famosa bombardera de Nelson quedara fuera de combate;  (pretendía que Nelson se retirara, pero la vanidad del británico le llevó a pretender una conquista fácil de Tenerife que se saldaría con el humillante desfile de todas las tropas inglesas detenidas, pero a las que se les perdonó la vida, a diferencia de los ingleses que mataban a todos los enemigos, ver mi libro sobre la Armada Invencible donde relato la cantidad de españoles desarmados a los que hicieron desnudarse y disponerse en fila para que los fueran degollando uno a uno). Ese mismo Mazarredo, tras la derrota inglesa en la batalla de Elviña (1809) frente a una escuadra franco-española, en la que murió el General Sir John Moore, jefe de las fuerzas inglesas, evitó que parte de la flota española de El Ferrol fuera llevada a Francia por orden de Napoleón; curiosamente los ingleses le ofrecieron su ayuda, que no aceptó. A este gran almirante habrá que reservarle más adelante unas páginas en esta web.

Y qué decir de Malaspina y de Bustamante, marinos científicos e ilustrados que en 1788 dirigieron la primera expedición española de circunnavegación científica, adelantándose en casi medio siglo a las investigaciones de Darwin (1831), ver aquí. Por no citar a centenares de españoles que construyeron y engrandecieron  el gran Imperio Español, un imperio con orden, ilustrado, y que respetaba los derechos de los nativos, considerados ciudadanos españoles y realizando la primera campaña de vacunación del mundo, a todos los ciudadanos del Imperio Español, sin diferenciar razas, ni etnias ni condición (Expedición Balmis, o Real Expedición Filantrópica de la Vacuna). A pesar de todo, sin ignorar que toda conquista trae consigo episodios trágicos, tema harto debatido en esta web (ver aquí y aquí), pero matizando que nuestra “conquista” generó un mestizaje, cuando otros “exploradores” ocasionaron genocidios y exterminio de tribus nativas; así, mientras los ingleses se afanaban por repartir mantas infestadas de enfermedades entre los indios nativos norteamericanos, a los que consideraban razas inferiores, baste con documentarse sobre la verdadera vida de Pocahontas; los españoles fletaban barcos con científicos que recorrían los confines del Imperio Español vacunando contra la viruela a sus habitantes.

 

Expedición Balmis. Por causas ajenas a mí, el diseño del blog se ha modificado (depende de Blogger, que ha unificado el diseño de todos ellos); para ver mejor la imagen, picar sobre ella.

 Pero esos datos y esas gestas, en España son poco conocidos o directamente ignorados, cuando no, apropiados por otras naciones. Es como si las expediciones marítimas, y las científicas después, no hubieran existido o fuera increíble que las protagonizaran nuestros antepasados. Nunca dejamos de ser un país de tribus, las tribus iberas y celtiberas, con escaso apego a la cultura y al cultivo de nuestras tradiciones, usadas como armas arrojadizas con demasiada frecuencia… Porque si actuásemos como nación y tuviéramos mejores gobernantes, un país con tanta historia de la que sentirse orgullosos no la escondería en los baúles, ni permitiríamos que gentes irresponsables e interesadas tildaran de “fachas” a los españoles de buena fe que respetan los símbolos de la nación y se sienten orgullosos de su historia sin tener que admirar a los “caballeros” británicos que siempre se comportaron y fueron “otra cosa”. Esos gobernantes obligarían a que en la enseñanza de nuestros jóvenes existiera un libro de Historia único para todas las comunidades, donde se reflejase la verdad de lo que fuimos. Pero esa deriva no tiene visos de arreglarse, no al menos en un futuro cercano.

Pero no demoremos más el hablar de su eminencia, el mayor héroe inglés, Horacio Nelson. Ante todo debo señalar que fue un marino valiente, intrépido y con un arrojo admirable que a veces rayaba en lo temerario; no le importaba poner en peligro a sus hombres o a su flota cuando entraba en batalla, como ocurriera en 1797 en el fracasado intento de conquista de Tenerife o realizando algo tan… ¿cómo calificarlo? de plantarse ante los cañones enemigos con su mejor gala y sus medallas brillando a pleno sol…marcando una diana andante (ver aquí). Pero sin duda este dechado de virtudes también tuvo otras “cualidades” que los pulcros británicos consiguen ocultar, como el hecho de que fuera un adúltero empedernido que no tenía remordimientos por acostarse con la mujer de uno de sus mejores amigos. O ese egoísmo y esa prepotencia enorme que le hacían arriesgarse inútilmente en la batalla (antes del fracasado intento de conquistar Tenerife le envió una carta a su esposa señalándole que estaría unos días sin escribirle porque se iba de crucero turístico); o como he señalado antes, entrar en batalla con su traje de gala, cargado con todas sus medallas y distinciones, que lo hacían un blanco visible para los soldados escopeteros enemigos, lo que ya le costó la pérdida de un brazo en Tenerife y aún así no escarmentó, repitiendo tal hazaña como ocurrió en la batalla de Trafalgar, cuando fue abatido por el sargento francés Robert Guillemard, que con su mosquete Charleville lo alcanzó disparando desde el barco Redoutablea, capitaneado por el gran marino francés Jean Jacques Etienne Lucas (de menos de 1,50 m de altura), a una distancia, aproximada de 20 yardas (18,28 m), mientras Nelson dirigía a su buque HMS Victory.

 


Por causas ajenas a mí, el diseño del blog se ha modificado (depende de Blogger, que ha unificado el diseño de todos ellos); para ver mejor la imagen, picar sobre ella.

 Precisamente esa batalla de Trafalgar encumbró a Nelson a la fama. Inglaterra necesitaba de mitos, tenía muy cerca a Napoleón, que nunca apostó por la Armada, y salir vencedor de esa batalla que pocos creían que iba a ganar ya que esperaban que al frente de la armada franco-española hubiera un auténtico marino como Mazarredo, que ni siquiera participó, o Cosme de Churruca, Álava o el francés Lucas. Pero no fue así, y un inútil como el almirante francés Silvestre Villeneuve, aplicando una estrategia disparatada, le ofreció a Nelson la victoria en bandeja de plata. Los cronistas ingleses, ávidos de encumbrar a su almirante, engrandecieron su leyenda y le asignaron el papel de destructor del Imperio Español, cosa que ya había iniciado Napoleón con más virulencia y saber hacer, al incidir en la flota española o en los gobernantes. Tras la muerte de Nelson en 1805, los ingleses le hicieron un entierro sublime, tras haber mantenido su cadáver en un barril de coñac, acontecimiento comparable con lo que decían de su increíble heroicidad, cuando afirmaban que Nelson había tenido la valentía de dirigirse a la cabeza de una columna de navíos contra la formación enemiga. Añadiéndole una táctica personal revolucionaria que no era suya, también es cierto que su vanidad le hizo lanzarse el primero contra los aliados sin tener en cuenta que él daba las órdenes y que en caso de ser gravemente alcanzado se rompería la cadena de mando con sus hombres, cosa que no ocurrió dada la inútil estrategia de Villeneuve, quién se enfrentó a Nelson con un fuerte viento desfavorable que hizo que la flota aliada se separara (hubo incluso barcos aliados que no llegaron a intervenir en la batalla, arrastrados por el viento y otros 5 barcos franceses que huyeron de ella).

Indicación de los vientos durante la batalla de Trafalgar. Por causas ajenas a mí, el diseño del blog se ha modificado (depende de Blogger, que ha unificado el diseño de todos ellos); para ver mejor la imagen, picar sobre ella.

  Pero hagamos una breve biografía del marino. Fue el cuarto hijo del matrimonio del predicador Eduard Nelson y Catalina Suchling, Nació el 23 de septiembre de 1758 en Burnham-Thorpe, una aldea del condado de Norfolk. Su nombre le vino del popular poeta romano, pero no sirvió para que le atrajeran las artes y tras aprender lo básico en la escuela de Norwich, su tío materno, capitán Suchling, consiguió enchufarlo en la “Royal Navis”, actividad muy usada para esos ingresos. Con 14 años entró como grumete, en 1770, en el buque “Razzonable” de 64 cañones, donde no destacó en nada. Tanto fue así que su familia hizo que navegara en un barco mercante a las Indias Occidentales. A la vuelta en 1772, nuevamente su tío se lo llevó en el barco “Triunfo”, que capitaneaba, y lo fue instruyendo en las labores del mar hasta conseguir que se curtiera como marino ante la sorpresa de la familia, que no veían a aquél chico delgado y débil con las características necesarias para enfrentarse a ese duro oficio. Se enroló en 1773 con el capitán Phipps, que buscaba una ruta por el norte a América. En ese viaje se comenta que fue nombrado comandante de un bote de 12 marinos utilizado como romper hielo. A la vuelta, fue destinado al barco “Seahorse” que navegaba por el Océano Índico, donde entró en batalla por vez primera. Después, por su mala salud pues contrajo la malaria, tuvo que volver a casa, en un estado de salud deplorable que siempre arrastró, lo que le produjo una fuerte depresión de la que nunca acabó de recuperarse, cómo él mismo anotaba en su diario: “Después de profundas meditaciones en las cuales deseé en más de una ocasión arrojarme por la borda, una racha súbita de patriotismo se encendió en mí y comprendí que pertenecía al Rey y a mi País”. En septiembre de 1776 lo destinaron bajo el mando del capitán Robinson al “Wolcester, donde comenzó a adoptar aptitudes de buen marino. En 1777 fue ascendido a teniente y participa en las guerras de la independencia norteamericana; en 1779, con 20 años, asciende a capitán y aunque era el capitán más joven de la Royal Navy no se auguraba para él una carrera meteórica en la marina. Como capitán de la fragata 'Hitchenbroke' intervino en una expedición contra las posesiones españolas que fue un verdadero desastre, le costó más de 3.000 vidas conquistar un fuerte, que rápidamente recuperaron los españoles. Estuvo luchando contra los piratas autóctonos en las colonias norteamericanas, capitaneando el navío “Boreas” de 28 cañones, donde tuvo un altercado que le costó una sanción. Fue en esa época cuando se casó con Fanny Nisbet, en 1787.

Retrato de Frances Nelson, primera esposa de Lord Nelson, y de éste en pleno arrebato de humildad (si uno se fija bien, igual hasta encuentra que lleva colgada la ficha de la piscina o las comidas en el parchis).

 Nelson tuvo que acogerse a una baja por enfermedad cuando padeció otra fuerte depresión acompañada de ansiedad en 1790, posiblemente por su mala salud y la situación desfavorable en la que vivía. Volvió a la marina en 1792 mandando el buque de 64 cañones “Agamemnon”; actuando en el Mediterráneo y en una batalla cerca de Calvi en el entorno del Reino de Nápoles perdió la visión del ojo izquierdo, que tapaba con un parche, y comenzó a perder también la del ojo derecho, aunque más lentamente. Como Comodoro, participó en la flota del almirante Jarvi, y  gracias a la ineptitud del almirante español José de Córdova que había sustituido a Mazarredo (cesado por criticar a Godoy el estado de la flota, que ya dependía más de Francia), que navegaba con la flota española vigilante por el Cabo de San Vicente sin llevar una formación naval adecuada dado que en ella reinaba la anarquía, careciendo de buques delanteros de reconocimiento que evitaran sorpresas, lo que hizo que la escuadra inglesa, escondida en la niebla, atacara por sorpresa y le hundiera 4 barcos; tal era la anarquía, que los barcos españoles llegaron a dispararse uno a otro, esto hizo que Córdova buscara refugió en Cádiz para arreglar desperfectos en lugar de presentar batalla, cuando los barcos españoles mandados por buenos marinos ya se habían reagrupado. Por su arrojo en esta irregular “batalla”, Nelson logró el título de Vicealmirante y, deseoso de poner laureles a su nuevo ascenso, Nelson dirigió una fuerza naval contra Cádiz, pero, como ya hemos comentado, se encontró allí con el Almirante Mazarredo y sus cañoneras, que a pesar de estar en peores condiciones materiales, lo contarrestó excelentemente con ingenio, arrojó y táctica adecuada (ver aquí), dañando gravemente la escuadra de Nelson, que optó por huir.

Para resarcirse de esa derrota intentó conquistar Tenerife, que creía era una presa fácil, con una escuadra integrada por 9 navíos con 393 cañones y 3.700 hombre soldados; enfrente tenía al general Gutiérrez de Otero (ver aquí) que padecía de fuerte alergia y que mandaba una guarnición de algo menos de 1.700 hombres entre soldados regulares (60 artilleros, 247 soldados del Batallón de Infantería de Canarias, 110 hombres de los Cazadores Provinciales y 60 soldados de la Bandera de Cuba), marineros (entre ellos 110 de la corbeta francesa “La Mutine”), milicianos (330 de las Milicias de La Laguna y Orotava) y sobre todo civiles (desde labriegos a pescadores, pasando por artesanos y criados), además de 89 cañones distribuidos en 16 baterías. Era una batalla desigual en la que los españoles tenían todas las de perder, pero nuestro general derrotó a Nelson, que perdió un brazo; y la derrota podía haber sido aún mayor si Gutiérrez no hubiera devuelto sanos y salvos (incluso tras encargar a médicos que curaran sus heridas) a los dos regimientos ingleses que desembarcaron y que estaban rodeados por españoles y rendidos tras repeler el ataque de Nelson.

            Tras ser obligado a entregar en persona, carta de su propia derrota, nuestro héroe Nelson se recuperó moralmente y añadió una nueva victoria contra la flota francesa en Aboukir, cerca de Alejandría, tratándose de otra batalla más que le pusieron en bandeja los franceses. Napoleón había desembarcado su ejército en Egipto para conquistar la tierra de los faraones, dejando la flota de 13 navíos anclada en el interior de la bahía de Abukir, al mando del almirante Brueys D´Aigalliers, que no tuvo una idea más brillante que, al tener barco con más cañones, anclarlos para asegurar el tiro contra la flota inglesa; en un derroche de conocimiento de la mar, lo hizo lejos de la costa, en aguas profundas, lo que no evitó que los barcos se balancearan –lógicamente- por las olas y erraran los disparos. Por otro lado, al estar anclados no podían moverse, lo que dio pie a que un ataque envolvente de Nelson por ambos lados los derrotara. Por si fuera poco, en la retaguardia francesa había una línea de barcos mandada por Silvestre de Villeneuve, ¿se acuerdan de este nombre?, pues aquí nuevamente destacó puesto que se dieron a la fuga y no presentaron batalla. Tan perfecta le salió la jugada a Nelson que, a pesar de sufrir un episodio de pánico cuando una bomba francesa le explotó cerca, por encima del ojo bueno, por lo que le bajaron a la enfermería hasta que terminó la batalla, eso no se consideró cobardía, sino que curada su herida (de poca gravedad), la lució orgulloso como una insignia más. Fue una buena victoria en la que no perdió un solo barco, por lo que fue muy celebrada en Inglaterra. Había acabado con las ansias de expansión hacia Asia de Napoleón. Esta victoria le valió el título de Barón y también le valió la relación con Emma Hamilton, hija del embajador británico en Nápoles, que se convirtió en su amante y pasearon sin ningún tipo de vergüenza su relación por Londres, ante las narices de su avergonzada esposa, Frances Nelson.


 

Carta de amor conservada de Horacio Nelson a lady Hamilton y dos retratos de la joven, que fue inmortalizada por pintores ingleses como la Cassandra grecorromana o incluso como la María Magdalena cristiana.

 

Y después vino Trafalgar, batalla de la que ya hemos comentado tácticas y resultados (se puede profundizar más en los enlaces que hemos ido señalando, especialmente en el de don Cosme de Churruca). En esa batalla los 27 navíos de Nelson atacaron a favor del viento en dos columnas paralelas contra la armada franco-española mandada por Villeneuve, que apurado por las prisas (parece que venía desde París un correo con su cese) salió de Cádiz contraviento al frente de sus 32 barcos (15 españoles y 18 napoleónicos), lo que hizo que los navíos se desperdigaran y no pudieran mantener la línea de combate. En dos figuras anteriores se ha esquematizado cómo fue la batalla.

La muerte de Nelson en esa batalla hizo que los británicos le ascendieran a los cielos, literalmente (en su monumento con estatua) y literariamente señalando falsamente que había empleado una táctica revolucionaria, cosa que no era cierta. Por mucho que los británicos le hayan hecho pasar a la Historia como un revolucionario, esa táctica ya existía y la habían utilizado otros tantos marinos antes que él; si funcionó fue gracias a la torpeza del almirante francés. De hecho Nelson la copió de Duncan, mejor marino y más veterano que él, y de Lord Hood, que ya la habían utilizado con éxito en Tolón.

 

 Está claro que la historia de Nelson se ha exagerado hasta elevarla a la categoría de leyenda. Se le convirtió en elemento mítico británico, pero todos los historiadores imparciales estudiosos de su vida reconocen que no fue el mejor almirante inglés, como quieren hacernos creer. Posiblemente no esté ni siquiera entre los cinco mejores. Pero los países necesitan mitos y leyendas y para eso los británicos son maestros. La isla decidió que, por una serie de casualidades, Nelson fuera su héroe nacional, cuando la verdad es que nunca se acercó a la altura de Cunningham, con sus 22 victorias navales. Ni siquiera consiguió cortar el comercio que había entre las colonias y la Península. Pero tuvo la enorme suerte de vencer y morir en Trafalgar, en una época peligrosa para Inglaterra, lo que le convirtió en un mito. Nelson era un buen marino, con iniciativa, pero la leyenda lo ha encumbrado a cotas excesivas. Era mucho peor marino que algunos capitanes españoles como, p ej, Cosme Damián Churruca y Elorza, que además de gran marino fue un gran científico. En Trafalgar necesitaron 6 navíos ingleses para que Churruca muriera capitaneando su “San Juan Nepumuceno”, pero siempre los anglosajones han sido maestros en vender, cuando no crear, mejor a sus héroes.

 

Distintos “merchandising” de Lord Nelson.

31 comentarios:

  1. Impresionante artículo el que ha desarrollado, Valeria, aún estamos sorprendido por lo leído y se presume un muy buen debate esta tarde. Artículo alto polémico. Enhorabuena

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    1. Agradezco su comentario, Sr. Uribe y me agrada que sirva para un interesante encuentro. Saludos.

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  2. ¡Vaya caballero el gran almirante! Un prototipo de british. ¡Increible!

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    1. Agradezco su comentario, Sr. Aróstegui, su sorpresa fue la mía cuando tiempo atrás profundicé en su biografía oculta. Los anglosajones son maestros en el ocultismo (pero el literal). Un saludo.

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  3. Muy interesante su trabajo, Valeria, interesante e intuitivo Ha dicho lo suficiente de ese marino para prever lo que realmente era. Muy adecuadas sus deducciones y muy valiosa sus síntesis. Apoyo sus teorías y propuestas que me parecen muy acertadas. Un buen artículo para un soldado menor.

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    1. Agradezco su comentario, Sr. De la Concha, cada vez es más difícil encontrar personas que fueron realmente honrosas. Como dijo un buen cantautor “De diez grandes personajes, nueve no son”. La pena es que los que fueron realmente auténticos duermen el sueño de los justos silenciosos y cubiertos de polvo, cual arpa Becqueriana. Saludos.

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  4. Admirable trabajo Valeria, ha merecido la pena el debate. Nos ha gustado mucho conocer la otra biografía de ese marino, aunque ya conociamos algo en esa línea. Valería ¿qué paso realmente en el Cabo de San Vicente?. Saludos

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    1. Gracias por su comentario, Sr. Benítez. Hablar de la batalla del Cabo de San Vicente llevaría mucho espacio, intentaré resumirla: posiblemente fue la batalla más reseñable de Nelson, donde ganó honrosamente el grado de Vicealmirante gracias a su valentía e iniciativa, aunque para ello se aprovechara de la ineptitud y del mal planteamiento que hizo nuestro almirante José de Córdova. Hay que recordar que para esa fecha España era ya “Espagne” debido a que las órdenes venían de París ante la incompetencia de un rey bobalicón, Carlos IV, y un afrancesado amante de la reina, Godoy. En aquellas fechas del siglo XVIII, previas a Trafalgar, el jefe de la escuadra naval española era el Almirante Don José de Mazarredo, quién, previendo lo que se venía encima, hizo un estudio sistemático de la situación de la escuadra española, señalando sus muchas deficiencias. Deterioros, falta de personal especializado, mandos navales que llevaban meses sin cobrar, desinterés por la armada…. Napoleón apostaba por la infantería, lo contrario que Inglaterra, y pretendía que nosotros hiciéramos lo mismo. Las quejas de Mazarredo, lejos de ser oídas y tenidas en cuenta, sirvieron para que lo cesaran en su puesto, enviándolo a Cádiz como Mayor General del destacamento naval y sustituyéndolo por José de Córdova, que recibió la orden de trasladar toda la flota a Cádiz porque se rumoreaba que la flota inglesa estaba por esa zona. Así lo hizo, y a su paso por Cádiz dejó las lanchas patrulleras y los barcos mercantes en el puerto y él continuó hacia la punta sur de Portugal al mando de 27 navíos de línea y otros tantos buques menores. Pretendía asaltar un convoy de 10 buques de guerra ingleses, según habían informado los espías de Mazarredo, mandado por el maduro sexagenario almirante inglés John Jervi, conservador donde los hubiera.

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    2. Y así nuestro Córdova sale en su búsqueda como si fuera a echar un día de playa. Los barcos no iban en formación, ni siquiera había adelantado ni planificado ninguna defensa de los francos. Con Jervi estaba Nelson, posiblemente en su mejor momento, que aprovechando la niebla, vio llegar a la armada española desajustada y le puso un cebo, ordenando que tres buques menores ingleses aparecieran por poniente para que nuestro almirante ordenara atacarlos, a pesar de que otros buenos capitanes marinos españoles le aconsejaran sobre lo contrario y solicitaran recuperar la línea de combate. Córdova no hizo caso y envió a cuatro buenos navíos españoles tras los ingleses, que rápidamente huyeron alejando de allí a los buques españoles. Cuando se habían alejado lo suficiente, ese día de San Valentín, apareció Nelson desde la niebla y atacó a la escuadra española que navegaba en tres desajustadas columnas con muchos huecos y cinco barcos en vanguardia que fueron atacados por Nelson; estaban tan desajustados que no podían devolver el fuego porque podían disparar a los otros barcos españoles. Ese desajuste lo aprovechó Nelson para atacar a los cinco barcos de vanguardia, que intentando evitar el ataque se alejaron aún más, lo que le vino muy bien a Jarvi ya que todo el fuego de su flota lo concentró en esos cinco navíos más un sexto que había acudido a su ayuda. Córdova no supo transmitir órdenes precisas en medio del nerviosismo, lo que hizo que dos barcos españoles, el “San José” y el “San Nicolás” se embistieran, momento que aprovechó Nelson para lanzarse al abordaje sin ninguna oposición a su barco “Captain”. Nelson acabó con el “San Nicolás”, pasando después al “San José” que estaba a su lado y evitaba hundirse tras la colisión. Después hizo fuego dañando a dos barcos españoles más, y si no fue una masacre más grande se debió a que los barcos españoles que volvían de perseguir al cebo colocado por Nelson acudieron en socorro de los barcos españoles atacados, ante lo que Nelson y Jervi huyeron. Pronto los barcos españoles con buenos capitanes prepararon un ataque en línea mientras intentaban retirar a los barcos españoles dañados a Cádiz, pero el almirante Córdova, de forma desconcertante, ordenó que toda la flota volviera a refugiarse a Cádiz.

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    3. Al ver aquella maniobra los ingleses dejaron de huir y volvieron tras los españoles, a sabiendas de que cuando entrara la flota española en el puerto de Cádiz no iba a tener espacio para una defensa, por lo que sería presa fácil. Cuando Mazarredo vio lo que ocurría, mando a reforzar con cañones las defensas levantadas años antes por Don Blas de Lezo y preparó en dos sitios, poniente y levante, dos escuadrillas de las lanchas cañoneras que allí tenía, que eran lanchas rápidas que llevaban un cañón a proa. Cuando Nelson atacó e intentó el desembarco, su infantería fue repelida por los cañones apostados en las defensas de Lezo y cuando su flota quiso entrar al puerto para rematar la faena, Mazarredo, con una gran movilidad y una excelente táctica en sus cañoneras, rechazó a la flota de Nelson produciendo estragos en varios barcos. Esta táctica de Mazarredo la copió poco después la armada inglesa. Fue tal la magnitud de la derrota de Nelson a pesar de su gran armada que pronto por Cádiz corrió una coplilla, que los gaditanos, que se temían lo peor, cantaban agradecidos al gran militar español mientras regresaban a sus casas:
      "De qué sirve a los ingleses/
      tener fragatas ligeras/
      si saben que Mazarredo/
      tiene lanchas cañoneras”.
      Un saludo.

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  5. Nuestras felicitaciones por su amplio trabajo, con muchas posibilidades de debate, tantas que se continuará mañana, Nos ha gustado que haya radiografiado la figura del Sr Nelson, por lo que hizo y no por lo que dicen que hizo, buen marino pero de condiciones muy limitadas y con algunas que sombras impropias de caballeros. Pero como ocurre con la parcialidad de las calificaciones, los aprobados ramplones, si son ingleses y están en la isla, esos aprobados llegan mas allá del sobresaliente. Fue una pena que no se midiera con armadas al mando de marinos españoles de verdad, como Mazarredo, Churruca o Bazán. Pero todo sería una simpática farsa si en este país hubieran realmente patriotas y unidad. Sin eso hasta los piratas holandeses lo admiraremos como "caballeros" a la misma altura que Trump. Nos satisface que piense en dedicarle un recuerdo a Mazarredo, otro de los grandes que vivió una época aciaga con el auténtico enemigo en casa y en la corte. Felicidades.

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    1. Gracias por su comentario, Sr. De la Seca; no hace falta que le diga que estoy de acuerdo con lo que expresa. Si me permite, a la lista de marinos que deberían haberse enfrentado a Nelson yo añadiría por méritos propios al Capitán General Don Federico Gravina y Napolí, que ya demostró su valía en la Guerra de Independencia norteamericana y cayó en Trafalgar al frente de su barco, siendo el primer marino enterrado en el Pabellón de los Marinos Ilustres de San Fernando. Reconozco que habría una lista larga que hubiera hecho un admirable papel frente a Nelson, pero tengo mucha debilidad por ese gran marino. Saludos.

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  6. Un trabajo crítico y muy interesante, me he visto reflejado en él y me ha encantado conocer la vida real de ese marino inglés. Tengo una pregunta Valeria, ¿cual fue la hazaña contra Nelson de mi paisano D. José de Mazarredo?. Me alegra que piense en dedicarle un rincón a tan admirable marino. Mis felicitaciones por su estudio.

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    1. Gracias por su comentario, Sr. Prieto, le remito a la respuesta al Sr. Benítez sobre la actuación de tan gran marino. Un saludo.

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  7. He leído su artículo con interés y debo reconocer que la
    société françoise-española nunca funcionó bien, pero no fueron los françoise los únicos culpables de ello. Creo que exagera con su valoración del Almirante Silvestre de Villeneuve, no fue tan échoué como señala, fue siempre un hombre de honor y prueba de ello es que tras la derrota de Trafalgar se suicidó con honor, cosa que no hicieron los mandos españoles. Hubo muchos marinos françoise que pelearon parfaitement en esa batalla y a los que se les debe mostrar respeto, comenzando por el Almirante françoise que posiblemente no le ayudó la climatologie. No vendría mal unas palabras a su favor. Je vous remercie.

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    1. Gracias por su comentario, Sr. Leblanc. Ante todo debo indicarle que lo que hablo del almirante Villeneuve y de otros marinos franceses que huyeron en la batalla, no es extensible a todos los marinos franceses, algunos de ellos auténticos héroes, como el capitán de navío Jean Jacques Etienne Lucas (con respeto, “Petit Lucas”); como digo en mi artículo, ese marino tuvo una audacia y una valentía tan grandes que aún estando rodeado de navíos ingleses atacó al “Victory” de Nelson (siendo un escopetero suyo quien lo mató) lo que demuestra lo cerca que estuvo peleando con el buque insignia inglés, a menos de 15 m, y además logró sobrevivir a la batalla. Mis palabras negativas sobre la armada gala están referidas específicamente a ese almirante prepotente, Villeneuve, que fue el causante de aquella infame derrota, porque la táctica de guerra que empleó, totalmente desechada por los marinos españoles y por Lucas, no se le ocurriría emplearla ni a mi padre, que un día navegó por el Río Duero con una barca y aprendió en esa salida que no se debe navegar contracorriente si no quieres acabar varado en los juncos de la orilla, que traducido a Trafalgar sería hundido; también podía incluir en esa denominación de infame al comandante Pierre-Étienne-René-Marie Dumanoir y a sus cuatro capitanes de navío que huyeron con sus cuatro naves en los primeros compases de la batalla, navíos que fueron apresados finalmente por los ingleses al pasar frente a Finisterre. Sobre el honor del almirante Villeneuve permítame que lo ponga en duda, porque creo que ese hombre nunca lo tuvo. Permita que le recuerde que años antes, en la batalla de Abukir de 1798, ese almirante mandaba la retaguardia de la flota principal capitaneando el navío “Guillaume Tell”, y sabrá la tamaña participación del “gran” militar: huir con sus barcos de la batalla cuando ésta se puso fea… Por lo que no me hable del honor de ese marino y recuerde que entregó su buque “Bucentaure” a los ingleses cuando aún había suficientes cañones para la lucha.

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    2. Cuando comenta lo de su suicidio honroso, educadamente le señalo que no he podido reprimir una, digamos sonrisa, porque difícilmente alguien se suicida dándose 10 puñaladas; me imagino que conocerá que cuando se entregó en Trafalgar con su barco, fue enviado a Inglaterra, donde fue puesto en libertad bajo palabra, volviendo en 1806 tras la llamada de Napoleón para que rindiera cuentas. El 22 de abril lo encontraron en una habitación de un humilde hotel de Rennes muerto, con 10 puñaladas en el cuerpo. Según la policía francesa fue un suicidio, pero resulta poco creíble ¿verdad?, más posible es que lo suicidarán, por mera aplicación de la lógica. Y sobre lo que dice de que ningún mando español se suicidara con honor, le aconsejaría que leyera el resultado de la batalla de Trafalgar; se enteraría de que no quedó casi ningún mando español vivo y que todos murieron con su barco, en combate. Así lo hizo Don Cosme Damián Churruca en su navío “San Juan Nepomuceno”, Don Francisco Alcedo y Bustamante en su “Montañés”, Don Dionisio Alcalá Galiano en su “Bahamas”, y Don Federico Gravina y Napoli de las heridas recibidas en su “Príncipe de Asturias”; sólo Don Baltasar Hidalgo de Cisneros fue rescatado por los barcos españoles que volvían las haberlos desplazado el viento, cuando hundieron su barco “La Santísima Trinidad” y Don Ignacio Mª de Álava, que gravemente herido en su barco “Santa Ana” fue recuperado ese barco a los ingleses por los barcos españoles que volvían y tras estar unos meses curando sus graves heridas volvió a su puesto en la armada, reagrupó en Cádiz lo que quedó de la flota española y con ella atacó en varias ocasiones a la flota inglesa que se acercaba a Cádiz, además de defender la plaza de los barcos de Napoleón en nuestra Guerra de la Independencia. Brindo por marinos como Lucas, pero desprecio a incompetentes y traidores como Villeneuve, que por su negligencia y mal hacer arrastraron al dolor y a la muerte, a compañeros y aliados. No obstante, si aplicamos “su suicidio”, incluso Francisco Pizarro o Julio César pudieran haberse suicidado honrosamente, cuestión de matices… Un saludo.

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  8. Formidable estudio, pero me supera, habla Ud de tantas cosas que me debo tomar tiempo para asimilarlo. Una pregunta Valeria ¿Cuál fue la gesta de de D. Jose de Mazarredo contra Nelson cuando éste intentó entrar en Cádiz?, Saludos

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    1. Gracias por su comentario, Sra. Helena. Le ruego que lea la respuesta al Sr. Benítez. Ahí está la suya. Un saludo.

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  9. La he gozado con su trabajo, ha completado los conocimientos que tenia sobre Lord Nelson y me ha decepcionado un poco, su proceder como marino de éxito en las batallas nada tiene que ver con su conducta social, impropia de un oficial de la armada, Me gustaría que me resumiera la batalla de Santa Cruz de Tenerife donde nuestro Almirante Gutiérrez de Otero lo derrotó. ¿Hubo enfrentamiento naval?. Gracias

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    1. Gracias por su comentario, Sra. Gutiérrez, para responder a su pregunta permítame que le remita a la lectura de mi entrada sobre el General Gutiérrez de Otero, cuyo enlace se ha añadido en distintas partes del texto sobre Nelson. Un saludo.

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  10. Estupenda investigación la realizada y los datos que expone. Me ha encantado la claridad del esquema de la batalla de Trafalgar, he comprendido en él muchas cosas de mis lecturas. Es cierto que una imagen vale más que mil palabras. Solo una duda no ha quedado clara, ¿Qué pretendía Napoleón yendo a Egipto, si allí no había nada que pudiera interesarle para la guerra contra Inglaterra? ¿En ese viaje ocurrió la batalla de Aboukir?. Nuestras felicitaciones tras el largo debate.

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    1. Gracias por su comentario, Sr. Buruaga. Efectivamente la batalla de Aboukir, también denominada la batalla del Nilo, sucedió cuando Napoleón quiso conquistar Egipto. Cuentan que su objetivo era derrotar allí a la flota británica y trasladarla al Mediterráneo para tener vía libre a la conquista de Gran Bretaña. La flota francesa tenía más barcos y mayor capacidad de fuego, sólo le faltaban buenos marinos y por eso no salió bien la jugada. Pero esta etapa egipcia nos ha dejado momentos exquisitos para la Historia con mayúsculas, como el citar las palabras que al parecer nunca llegó a decir el emperador, poco antes de la batalla de las Pirámides ocurrida el 21 de julio de 1798 (“Desde lo alto de esas pirámides, cuarenta siglos os contemplan”) o el hecho de que parte de sus soldados, al remover las piedras en 1803, conformando muros de contención y defensa dieran con una curiosa roca oscura decorada que fue clave para que Jean-François Champollion, un joven muy inteligente con amplios conocimientos en lenguas muertas acertara a ver entre la equivalencia de un texto griego que parecía repetirse en domótico y por exclusión, en el jeroglífico superior logrando así la acertada traducción de la lengua de los faraones mediante la traducción de palabras recurrentes en los textos, tales como “rey”, “hijo de…” y la suerte de que parte de los reyes que se enumeraban descendieran de padres con similar nombre. Gracias a ello se nos abrió el rico y asombroso mundo egipcio faraónico, mediante el conocimiento del lenguaje exclusivo de la élite iniciada egipcia. Un saludo.

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  11. Un trabajo muy completo y bastante esclarecedor. Nos gustó el esquema de la Batalla de Trafalgar, se ve muy bien como los primeros barcos del combinado aliado no entraron en lucha porque el viento los desplazó y no pudieron volver a tiempo, y como los de atrás se llevaron la peor parte. Sólo a ese mal marino francés se le curre utilizar esa táctica suicida con los temporales del estrecho. Valeria ¿Loaysa dio la vuelta entera al planeta?, Nos complace que piense en sacar del recuerdo al Almirante D. José de Mazarredo, otro caballero castigado por los incompetentes que casi siempre nos gobernaron y nos gobiernan, como tantos otros. Felicitaciones.

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    1. Gracias por su comentario, Sr. Romeu, paso a responder su pregunta: Loaysa en persona no circunnavegó la tierra pues poco antes de llegar a las Molucas murió en pleno Pacífico. Días después lo hizo Elcano que realizó la primera vuelta al planeta en la anterior expedición de Magallanes. Fue la expedición de Loaysa la que circunnavegó por segunda vez la Tierra. Le invito a que se lea mi entrada sobre el Lago Español o la que versa sobre Magallanes y Elcano, para profundizar más en la cuestión. Sobre el gran marino Mazarredo le ruego me dé tiempo para preparar un artículo digno de su valía. Un saludo.

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  12. Interesante e informativa me ha parecido su reseña, nunca había comprendido porque en la batalla de Trafalgar hubo naves españolas que llegaron tarde a la batalla, hoy me lo he explicado y ha sido de mucha ayuda sus dos esquemas de la batalla, también entiendo porque los barcos de la cola llevó la peor parte, ya que esa mitad de la armada le tocó luchar contra toda la británica, mientras los de delante, empujados por el viento, intentaban volver. Me cuesta creer tanta incompetencia de un mando almirante. Muy buena crónica.

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    1. Gracias por su comentario, Sr Almeida; estoy conforme sobre la justificación que señala de la batalla. Al inútil almirante francés Villeneuve no se le ocurrió otra cosa que salir de Cádiz intentando avanzar lateralmente para colocar una línea de barcos frente a los ingleses, sin reparar en que al salir tangencialmente al viento, esto hizo que la línea se abriera y desaparecieran los apoyos entre los barcos (algo que supongo que debería ser previsible para cualquier marino bien entrenado) y lo que fue peor, los barcos delanteros fueron arrastrados por el viento hacía Portugal siendo imposible el viraje para atacar a los ingleses. Este factor les vino bien a los franceses que huyeron hacia su país, ya que al tener el viento a su espalda (“viento en popa a toda vela, no corta en mar sino vuela, un velero bergantín (…)”como bien diría la canción del pirata de Espronceda) huyeron más de prisa, aunque les sirviera de poco; no obstante, a los españoles que querían volver a la batalla les costó mucho trabajo dar la vuelta, con la consiguiente desesperación de verse incapaces de acudir en ayuda de sus compañeros. De esta forma, como Nelson atacó a favor de viento y perpendicular al centro, sólo lucharon con los barcos que iban detrás, por lo que había dos o tres barcos ingleses contra un aliado; si el aliado se rendía, hacia que esos barcos ingleses que atacaban acudieran a atacar a los aliados más aguerridos, como fue el caso del “San Juan de Nepomuceno” que al mando de Churruca se enfrentó hasta contra seis barcos ingleses; o la “Santísima Trinidad” de Cisneros que le tocó medirse con cuatro barcos ingleses; o el “Santa Ana” de Álava que se midió con tres; o el de Jean Lucas (“Petit Lucas”, como era conocido) que lo hizo contra tres barcos. De hecho algunos barcos aliados que fueron conquistados por los ingleses fueron recuperados por los españoles que no habían intervenido en la batalla porque iban a la cabeza, tras conseguir vencer al viento y dar la vuelta, cuando los ingleses los llevaban hacia Gibraltar, como fue el caso del “Santa Ana”. Un saludo.

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  13. ¿En cuantas batallas aproximadamente intervino como comandante jefe el gran héroe para los británicos Nelson? ¿Tuvieron todas ellas resultados decisorios?. Le damos la enhorabuena por su trabajo, muy completo.

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    1. Gracias por su comentario, Sr. Alcaide. Paso a responder su pregunta. Nelson intervino en algo más de una decena de acciones de guerra; como jefe de la flota atacante, solo en cuatro, con el resultado de dos derrotas (Cádiz y Santa Cruz de Tenerife) y dos victorias (Abukir y Trafalgar); en el resto de sus acciones participó en batallas en la que intervino la flota inglesa, con derrotas (como la del ataque a bases españolas en Norteamérica) y con éxitos, siendo el mejor el del ataque a la escuadra naval en el Cabo de San Vicente que dirigía José de Córdova. Fue un buen marino, pero no excepcional. Un saludo.

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  14. Pues vaya con el gran héroe. Como todo inglés es solo fachada. Muy buen análisis.

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    1. Gracias por sus palabras, Juanma, pero no generalicemos tampoco. Bien es cierto que sí parece ocurrir así con los personajes más afamados precisamente porque se les escogió como producto de marketing. No obstante, admitamos que al menos supo mantener el tipo, pues reconozco que tuvo que ser humillante entregar él mismo en mano el documento de su aplastante derrota en Tenerife... Un saludo.

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